19 dic 2006

El escritor anónimo


¿Qué tienen en común Thomas Pynchon y J.D. Sallinger? Ambos son escritores que prefieren evitar los medios hasta el punto de que se desconoce su apariencia actual y no conceden entrevistas. Creo que en algún momento Sánchez Dragó dijo lo mismo de Pérez-Reverte, porque no quería asistir a su programa de Negro sobre Blanco, pero el caso es bien distinto. Pérez-Reverte escribe novelas populares; y no me refiero solo al Capitán Alatriste sino a toda su obra, buena parte de la cual se ha llevado al cine, obligándolo a conceder entrevistas, siempre "muy a pesar suyo". Kundera en algún momento dijo que iba a escribir sus novelas de manera tal que no pudieran ser llevadas al cine, en oposición digamos a un Dan Brown. Pero ni Perez-Reverte ni Kundera llegan a los niveles de aislamiento que lograron Pynchon y Sallinger, especialmente el primero. Esto da lugar a toda serie de conjeturas sobre la existencia, excentricidad o apariencia del personaje. Podría tratarse de un escritor famoso usando un alias, podría tratarse de una escritora haciéndose pasar por hombre, podría tratarse de un simio haciéndose pasar por hombre, podría tratarse de varios escritores escribiendo un mismo libro como ha sucedido varias veces, o podría tratarse de un charlatan haciéndose pasar por lo que no es, quien asegura que sus libros le son dictados por su gato, como Lobsang Rampa. Digamos que lo del gato es posible en el mundo de Bulgakov, pero esa opción es menos probable que la de suponer que está terriblemente deformado y le apena salir en público. En todo caso, lo interesante no es la decisión del escritor, pues muchos escritores han sido retraídos, de lo contrario no podrían recrear mundos artificiales. También es normal que sean tímidos, de lo contrario no sentirían la necesidad de vivir sus fantasías a través de sus personajes. Puede ser que sean inseguros respecto de su calidad (aunque vista la calidad de muchos, esto no es razón suficiente). Las razones para manetenrse anónimo o escondido son clarísimas y múltiples. Lo extraño, lo verdaderamente interesante, es pensar en por qué los lectores se interesan tanto en saber qué apariencia tiene el escritor, dónde nació, dónde estudió, si está casado, si tiene historia de alcoholismo o drogadicción, si se le conocen pecadillos o si usa corbata. Queremos creernos sus ficciones o teorías, pero al final queremos que sean artificiales, queremos que sean escritas por un personaje frágil y finito para no volvernos locos. O tenemos tanto miedo de ser anónimos e irrelevantes, que no podemos conebir cómo alguien puede decidir voluntariamente no pasar a la historia, no aparecer en los diarios, no ser reconocido con admiración en la calle, no ser invitado a las ferias de libros o a los programas "culturales" de televisión, o a los cocteles de mecenas decadentes o políticos interesados. El escritor anónimo sabe muy bien que tras la fama se oculta la ignominia y la pérdida de privacidad en cantidades iguales, pero el escritor anónimo es la excepción. Si resiste la tentación hasta el final de sus días, nunca conoceremos sus motivos, pero podemos adivinar que anunciar públicamente la obtención del paranirvana (aun cuando no den entrevistas o se dejen fotografiar) es una razón bien distinta a la de disolverse y donar las regalías sin una palabra. En la anonimidad hay pues mayor individualidad que en la personalidad pública, donde por más excéntrico que sea el escritor, siempre será un escritor. Y el buen escritor rara vez es solo eso.

16 dic 2006

¿R.H.?


A los colombianos nos molesta cuando alguien no sabe dónde queda nuestra país, qué idioma hablamos o qué tenemos aparte de narcotráfico y guerrilla. Me he dado cuenta, cuando hablo de Colombia, que este desconocimiento no es estupidez o ignorancia en contra nuestra (aunque a veces lo es) y que es una mina de oro para armar conversaciones con extranjeros.

Por un lado, cuando un colombiano sale conque está indignado de la nota que acaba de salir en tal o cual periódico o de que tal personaje se ha referido a nosotros como Columbia o de que siempre le piden droga en las fiestas, le pregunto por Botswana o por Sri Lanka. Si sabe algo, lo cual típicamentge no será el caso, serán generalidades negativas sobre los países africanos o una equiparación con la India en el segundo caso. Fácilmente se derrumba el argumento de que los gringos (que en muchos casos designa a cualquier extranjero) son unos ignorantes porque nada saben de Colombia, como si saber algo de Colombia fuese conocimiento obligado. En Colombia todavía creemos que la comida Thai es cualquier cosa con ají, curri y leche de coco; que en Botswana la gente anda desnuda con moscas en la cara o que todos los chinos (incluyendo a japoneses y coreanos, por ejemplo) son igualitos. Y si se les pregunta sobre, por ejemplo, la capital de Kansas o por John Dos Passos no podrán responder. Creen que por ver su cine y su música tienen a los Estados Unidos decifrados y se molestan de que la cosa no sea recíproca. Incluso más hipócritamente se indignan de que lo que se sabe de Colombia se aprenda en televisión o cine, como si ellos hubieran aprendido de EE.UU. escuchando a Coltrane y leyendo a Schlesinger (padre e hijo). Si lo anterior no funciona, entonces me vuelvo aun más odioso y les pregunto en qué Departamento de Colombia queda Dibuya o qué quiere decir el R.H. en R.H. Moreno Durán; si uno no conoce su país no tiene derecho a criticar el que los demás no lo conozcan.

Por otro lado, me gusta jugar un poco con los extranjeros, porque cuando les hablo de Colombia, me doy cuenta de que hasta las cosas más simples y ciertas los impresionan. Si les digo que en Colombia uno saca la mano y un bus le para al frente, o que hay un reinado del burro, no se lo pueden creer. Es en serio, repito, no solo paran en cualquier parte a recogerte, sino que si te ven joven reducen mucho la velocidad cuando te quieres bajar, pero no se detienen del todo. Les cuesta trabajo creer que esto es verdad, pero como lo es, pueden verlo en mis ojos, terminan creyendo entre risa y sorpresa y ya en adelante puedo mentir. Me doy cuenta que si la verdad los impresiona, más vale adornarla. Como no tienen ningún interés real y el turismo hacia Colombia es mínimo, jamás corroborarán lo que les digo. Si por ejemplo combino lo del transporte y los burros, puedo decir que en Colombia las familias ricas tienen varios carros, pero tambien varios burros, porque hay lugares en Bogotá a donde solo se puede llegar en burro. Que son burros bonitos, ganadores de reinados, pero que se imaginen a un presidente de multinacional montado en su borrico para llegar a una reunión en un lugar inaccesible de los cerros. Cuando les digo que los tomates tienen más sabor allá, suenan interesados (o indignados en el peor de los casos), entonces también les digo que el café que exportamos es lo peor, que es bueno, pero es el peor, que es con lo que los ricos alimentan sus burros. Cuando me preguntan por la raza o el idioma de los colombianos, les digo que casi todos hablamos dos o tres idiomas, además de la lengua indígena propia de cada región. Les digo que somos una sociedad multiétnica equitativa, pero que las ciudades más prósperas son las del pacífico, dominadas por negritudes, que Bogotá solo es la capital por razones históricas. Cuando me piden cocaína, les digo que ya hace rato, desde que mataron a Escobar, en Colombia no se produce cocaína, que ahora estamos en el éxtasis (XTC) para sacar del negocio a los holandeses. Esto le arde un poco, no porque les quitemos el negocio, sino porque les quita el gusto de asociarnos solo con la droga, como si eso no fuera exactamente lo que le pasa a Holanda, donde todos los turistas vienen a encerrarse horas a fumar marihuana en los coffeeshops. Incluso les digo como en Colombia los sepulcros blanqueados tienden a decirte "mucho cuidado con la droga" cuando dices que te vas a vivir a Amsterdam. No pueden creer que le digan eso a un colombiano (y de nuevo, mis ojos aquí dicen la verdad). Cuando me preguntan por la guerrilla, les digo que ya no hay, que quedan algunos vestigios, pero que hace años elegimos a un presidente que es jefe de los paramilitares y que ahora hay una calma tensa pero segura gracias a sus ejércitos ilegales. Cuando me preguntan si hay mucha pobreza, les digo que no, que en cifras oficiales más de la mitad de la población está bajo la línea de pobreza, pero que todos sabemos que es una cuestión de vocación, que esos colombianos con una hamaca y un vallenato son felices, entonces no necesitan más. Cuando me preguntan por nuestras riquezas naturales les digo que tenemos las mejores esmeraldas del mundo, pero que las damos bien baratas para que se enriquezcan en Amberes puliéndolas y vendiéndolas a la realeza. Cuando un holandés me dice, ayer conocí a X, él es brasilero, lo conoces, me imagino que sí, ustedes tambien hablan portugés, cierto, le digo que claro, que lo conozco y hablo portugués, entre otros. También le digo que yo conocí a un belga, que deben ser íntimos, porque practicamente son el mismo país y él también habla holandés me imagino, como en toda Bélgica, cierto? Nuevo ardor: detestan a los belgas.

13 dic 2006

Caen todos los árboles, Anne


Esta es mi tronera, piensan algunos; todos los días me asomo, pero no veo pasar a nadie. Quisiera tener un árbol como el de Anne Frank, pero esta ventana es muy amplia. Tanto así que hasta puedo ver en tiempo real un webcam del árbol de Anne, al menos durante las semanas que le quedan antes de ser tumbado (el árbol ya murió).

Kundera dijo que la vagina no tenía nada de misteriosa ni secreta, toda la humanidad ha pasado por ahí. Ese creo que es el punto: nuestro lugar más secreto solo es efectivo si está expuesto a todos. Dios lo sabe, por eso se dice de él que está en todas partes; no hay mejor escondite que estar en todas partes, no se puede buscar ese sitio, no existe, está en todas partes.

Hay gente a la que le irrita que cualquier idiota tenga blog (ellos de alguna manera no son idiotas); se indignan de encontrar que su tía tiene pagina Web, porque el privilegio del secreto queda en entredicho. En 1995, cuando uno tenía página Web, le mandaban correos electrónicos queriéndolo conocer. Típicamente eran fáciles de encontrar las páginas, porque si eran gratuitas estaban en un índice, o porque estaban asociadas a un dominio universitario, y entonces con un simple comando "ls" en el servidor Unix ya conocía uno las páginas listadas. Como se trataba de cientos, todas eran interesantes. Se compartía el secreto de pertenecer a una comunidad pequeña. No había niños ni ancianos con página Web, ni había muchas corporaciones inundando de contenido comercial la red. Hoy está lleno de niños, ancianos y depredadores sexuales.

Dicen que gracas a Internet la gente (joven) esta escribiendo y leyendo más, pero como es obvio leen textos cortos en los blogs de sus "amigos", las noticias de MTV o los Wikis de donde pueden copiar la tarea; y de la mala calidad de la escritura en línea este blog es una prueba. Por eso muchos escritores jóvenes escriben sus "novelas" a lo blog. Con capítulos sin continuidad, sin extensión, sin necesidad de armar personajes complejos o recordar lo que pasó en la página 3. Pero esa es la realidad, no es triste, no es desesperanzada, es solo la que hay. Si te gustan los libros, puedes gastarte la vida leyendo grandes libros publicados antes de que existiera Internet y no terminaras de leerlos todos. Es mucho más secreto hoy encontrar y leer una copia raída de un libro desconocido que popularizar una novedad de boca en boca en un blog.

Nuestro espacio en Internet es nuestra vagina por donde pasa todo el mundo, pero nuestro secreto es lo que pasa tras el teclado, al apagar la máquina. Si compartimos un secreto, no compartimos nuestro blog.

10 dic 2006

Arte a cucharadas


A los quince le creí a Baudelaire que el arte era belleza anti-spleen, a los diecisiete (muy tarde ya) le creí a Rimbaud a no creer en el arte, solo en la modernidad (que ya no es moderna), a los dieciocho le creí a Wilde que el arte era inútil, pero por ello valioso. Luego dejé mi affair con el romanticismo y el siglo XIX en general. Me volví adepto de Mondriaan quien dijo que el arte es solo un substituto mientras haya deficiencia de belleza en la vida. El arte sería pues fundamental, necesario, belleza (lo cual no contradice a los románticos), pero seríá temporal. El ideal del arte es hacerse superfluo. O mejor, el ideal del hombre es hacer superfluo al arte.

29 nov 2006

Al sur de la catedral: mi destino


Me prometiste un crudo invierno que no ha llegado. Ansiosamente clamo por las navajas en el rostro y la inmovilidad de las manos. Me tienes secuestrado de mi mismo sin permitirme un sueño de venganza. Quisiera poder herirte, tan solo hundir tu carne un poco, pero eres agua. Puedo clavarme en mi ti y nadar, pero a lo sumo desplazaré tu volumen, nunca tu esencia. Un buen día te beberé y ya no podrás escapar. Tu blanda recepción será tu hado. Tu protección será tu cárcel. Eres la estrella distante que hace rato ha muerto sin que yo me entere, tardarán siglos antes que tu luz deje de brillar para mí. Antes que termine el invierno habré despertado los gigantes y en sus hombros podrás ver mi futuro.

27 nov 2006

A prestar atención

Escuché que alguien gritaba y no pude asomarme. No se exactamente como describir el grito, pero no era de llamado, ni de dolor, ni de ebriedad, ni de victoria. No podría ni siquiera decir con certeza la edad de quien gritaba, pero se que no era un animal. No me asomé porque no soy curioso y porque estaba ocupado, pero media hora después cuando volví con mi café en la mano pude ver en la calle un tumulto, no muy numeroso ni ruidoso, pero bastante confuso. Solo se veían un par de docenas de cabezas agitadas, pero sin destino aparente. Continué en lo mío. Al segundo café no había nada más que un círculo pintado en el piso. Un círculo blanco, perfecto, de más de dos metros de diámtero. Y la actividad de la calle se había normalizado, pero me entró una curiosidad retroactiva que ya no puedo saciar. No se qué fue el grito, no se si la gente en la calle fue una respuesta al mismo o su origen, no se si el círculo fue dibujado por la gente o ya estaba ahí.

Nunca se a qué cosas prestar atención. Cada porción de mi poca sensibilidad queda, al final de cada día, mal distribuida. El otro día me quedé mirando un cable por una hora y media. Pensaba en todo lo que atraviesa por ese cable y no podía comprenderlo, pero le daba toda mi atención al asunto. No me refiero a los detalles técnicos. Pensaba en cómo explicar el cable a alguien muy inteligente, muy enterado de la teoría tras el cable, pero que fuera traído de hace siete u ocho décadas al presente. Y luego me puse en su lugar y descubrí que no era muy distinto a mi lugar actual. Y entre en pánico porque en dos o tres décadas el cable no existirá más y toda mi atención concentarda en él será en vano. Es en esos momentos es cuando el fin me reconforta.

En otra ocasión observe una tarde entera la televisión y me di cuenta que apagada no ofrece mucho estímulo. La prendí y me di cuenta que tampoco.

En mi adolescencia observaba mucho mis pies y cada vez estaban más lejos. Finalmente, estaban tan lejos que ya no los conocía. Ahora veo como mis últimos dos dedos en cada pie prácticamente se han fundido en uno solo: un super dedo curvo y arrugado. Años de usar zapatos los han deformado sin remedio. Si existiera la posibilidad (que no existe) de que alcancemos a ver una evolución física en el hombre del futuro, me parece que esa sería una de ellas: la desaparición del dedo meñique del pie.

Me encanta decirle a los niños de cinco años (más o menos) que tienen algo en la nuca, que se la tienen que mirar. Yo no usé el truco de los espejos sino hasta mucho después, en parte porque no había espejos móviles. Todavía no me reconozco en las fotos tomadas a mis espaldas.

Ahora, mientras escribo, hay muchas cosas a las que no estoy prestando atención...

26 nov 2006

El Dios de Anatol


Me parece que fue Anatol Walhertz quien dijo que Dios no puede predecir el futuro, o de lo contrario no habría creado el mundo (en parte ante el horror de lo que había terminado creando, suponiendo un Dios bondadoso). Su explicación consistía más o menos en decir que las reglas del universo se habían establecido de tal manera que ni Dios mismo podía entenderlas, pues era la única manera en que se podía dar lugar a la vida, la diversidad y la evolución. De otro modo, creo que era el argumento, el mundo hubiese sido un sitio mecanico, simplificado y controlado por Dios en que la vida sería artificial, la conciencia ilusoria, la voluntad imposible y por ende el alma inexistente. El mundo entonces no es, como dicen algunos, un juego de Dios o un teatro para su entretenimiento. Dios no está sentado en el piso de su cuarto lanzando aviones al piso, chocando soldados entre sí, sumergiendo casitas en el agua y olvidando buena parte de sus hombrecillos de juguete dentro de la caja, abandonados a su suerte, mientras se entretiene con lo último.

Pero si Dios ha creado un mundo que ni él mismo puede o quiere controlar, entonces también debe haber dejado algunos vacíos legales para intervenir, supondría uno. Esperaría uno también, porque o si no todas la plegarias de los millones de personas que creen en él estarían condenadas al olvido, o peor, a la atenta pero impotente escucha de Dios que quizá se arrepentiría de ver como todos le piden intervenir y él no puede hacerlo, afectando profundamente su ego de Dios al ver como fue capaz de crear el universo, pero no es capaz de curar el cáncer de la hija de Rodolfo en Manila.

Cabe contemplar entonces la creciente tendencia a no creer en Dios. Lógicamente para quienes son ateos estas cuestiones son irrelevantes. Y aquí terminaba Walhertz arguyendo que dicha tendencia era o bien uno de los resultados de la complejidad inherente del mundo, o bien una de las intervenciones de Dios. En cualquiera de los dos casos se trataba de una situación conveniente para Dios, para los creyentes y para los ateos. El primero tendría menos gente pidiéndole favores, los segundos tendrían más posibilidades de ser ayudados, y los terceros no pedirían ayuda y no serían defraudados. A manera de epílogo, Walhertz elegía ser ateo por puro altruismo: para dar su porción de Dios a algún creyente que la pudiera usar mejor.

22 nov 2006

Bacon, Dee y Orientalismo


Roger Bacon y John Dee fueron dos de esos sabios medievales de los que se sabe muy poco. El primero está en el pleno apogeo del Medioevo feudalista y el segundo en el límite superior, ocaso diríase, de la Edad Media. Esto se refleja no solo en la cantidad de cosas que sabemos sobre ellos, sino en su aproximación a los temas que tenían en común: notoriamente la alquimia y el ocultismo.

Ya Huizinga ha dicho que la Edad Media no fue tan solo el preludio del Renacimiento, cuando la humanidad se reencontró y explotaron las artes, la cultura y el mundo cambió gracias a la imprenta y el descubrimiento del paraíso en la tierra: el Nuevo Mundo. Vistas así las cosas, esa edad oscura no sería más que un parentesis en la historia, sin muchos ni completos registros, llenos de enfermedad, desigualdad, guerra, etc. La cuestión es que estamos hablando de un paréntesis de un milenio.

Ese es el problema de tener una visión eurocéntrica de la historia: lo que sea que estuviera pasando en el Mundo Árabe, en la China o en las civilizaciones de Mesoamérica parece perteneciente a otra historia, aunque sucediera en paralelo con la Edad Media en Europa.

Dee y Bacon lo sabían y por ello buena parte de lo que los hizo reconocidos se lo deben al mundo árabe y chino y no hay manera de saber si hubo algún viento polinesio, africano meridional o americano. Hay que dimesionar lo que era volverse un intelectual en el Mundo Antiguo, sin más formas de publicación que los manuscritos copiados, y pocas formas de darse a conocer distintas a las conferencias públicas. Lo que en ese entonces se daba por noticia filosófica o científica, podía tardar décadas en saberse en todas las universidades o palacios. Y si provenía del oriente, podía no llegar nunca.

Bacon, por ejemplo, dedica mútiples páginas a describir la fabricación de la pólvora y otros compuestos químicos; leído hoy, resulta como leer una receta de cocina cuyos ingredientes y medidas nos son solo parcialmente conocidos. Se trata en general, sin embargo, de simples fórmulas copiadas del conocimiento oriental que les valieron el rótulo de sabios a Bacon y Dee.

Aun hoy existe en Europa (y América) una tendencia por el orientalismo (tema desarrollado sobre todo por Said) según la cual el estudio de las culturas del Este se aborda todavía como una suerte de ocultismo o alquimia cuyas ideas, por un lado, se presentan como conocimientos primitivo-novedosos (si vale la contradicción), y por otro lado, son expresadas en términos eurocéntricos para darle al "investigador" la calidad de sabio.

19 nov 2006

La ventana indiscreta


Cuando Teo vino a comer a la casa dijo, al ver por la ventana de la cocina, que parecía la ventana indiscreta de la película de Hitchcock. Efectivamente guarda un parecido, como todos los bloques de edificios que se cierran en triángulo o rectángulo alrededor de un jardín interior. Al comienzo temí por los vecinos, tanta cercanía da lugar a compartir sus ruidos y olores. Cuando vivíamos en Madrid era así, solo que al extremo. Las ventanas no daban a ningún jardín, solo a un patio interior de tal vez tres o cuatro metros de ancho, y ninguna ventana daba a la calle. En verano, largo y caliente, todas las ventanas de los pisos estaban abiertas. Se compartían los ruidos y los olores como si todo el mundo fuese de la familia. Recuerdo especialmente el reloj depsertador de aquel que quizá viajó de vacaciones y lo dejó prendido. Sonaba todas los días de agosto a las 6 o 7, plácidamente, ronco, pero con ganas, y sin nadie que estuviera presto a callarlo. Recuerdo el olor a calamares y a alubias de lata recalentadas. Recuerdo al vecino del piso de abajo que cantaba flamenco del malo mientras llevaba el ritmo dándose palmadas sobre lo que no podía ser otra cosa que su abdómen desnudo. Recuerdo el hijo de treinta y su vieja madre que cazaban pleito a diario por razones que no hace falta repetir, ya que se replican donde quiera que haya madre vieja y sola con hijo adulto y desempleado (o en vacaciones). Recuerdo muchas otras cosas que ya en perspectiva son graciosas, pero estaba en la ventana indiscreta; en el presente no son graciosas. Durante meses solo habré escuchado una vez la música de un vecino a un volumen más alto del necesario y los olores nunca me han molestado. Al ser edificios bajos, haber un jardín amplio y tener ventanas del lado del jardín y del lado de la calle, no hay problemas. O debería decir: no había problemas. La vecina de abajo, que todo este tiempo pareció un fantasma (jamás me la encontré siquiera en las escaleras) ahora se ha transformado en una pareja. Adivino que su esposo ha llegado de misión en Afganistán o que se han reconciliado tras una separación de varios meses, pero el hecho es que hace unas semanas ha llegado un hombre que se hace notar. Y de qué manera. No solo se escucha el murmullo de los bajos de un televisor con frecuencia, cosa que puedo ahogar con ruidos propios y que usualmente no dura hasta la madrugada ni empieza temprano. No es el hecho de que sea el único vecino de quien haya sentido una fiesta; me tiene sin cuidado; los fines de semana no son problema. Es una cosa y solo una la que me tiene podrido. Ronca. Ya está haciendo frío así que supongo que su ventana esta cerrada. El ruido de sus ronquidos se transmite a través de las paredes, del piso, de la madera de la cama, del colchón, de la almohada y llega hasta mi cerebro. Con frecuencia tengo dificultad para quedarme dormido; con este ruido fastidioso en mi cabeza no solo es difícil lograrlo sino que me despierto dos y tres veces en la noche y vuelvo a tener el mismo problema. Ahora espero que mi teoría de que viene de Afganistán no sea cierta. Número uno, porque si pasó tantos meses por fuera, pasará el mismo tiempo aquí en descanso. Número dos, porque ahora con el cambio de poder tanto en EE.UU. como en Holanda, no se sabe qué vaya a pasar y yo quiero tener la certeza (la esperanza, quiero decir) de que no permanecerá mucho tiempo. Con la segunda opción tiene que suceder que su esposa vuelva a sacarlo a patadas, por ver tanta televisión, por hablar de fútbol con ella, por emborracharse (estas dos última no me constan, pero su tono mientras habla en voz alta y su carraspeo son indicios) y por roncar como una cabra hinchada pariendo. Quizá deba acostarme ahora, ahora que se escucha el televisor; ese ruido quizá no me impida dormir y en cambio me dará algún tiempo mientras él decide irse a dormir o mientras hace efecto el veneno que debe estarle dando su esposa.

16 nov 2006

Austin, TX


Austin es una ciudad obesa-obscena. Sus calles son del ancho de media cancha de fútbol americano (allá todo lo miden en football fields) para dar paso a los camiones 4x4 donde típicamente solo va un conductor con gorra o sombrero. A las afueras, en los suburbios, es donde mejor se destila su caracter, a través de las casas, los malls y sus parqueaderos, los restaurantes y los jardines. Cada cierto tiempo se dejan ver los vestigios de una antigua civilización que dominaba estas tierras en la prehistoria: los mexicanos. En los países de latinoamérica con frecuencia (y desde hace tiempo) se alzan las voces en contra de los avisos y publicidad que usan tiendas, almacenes y restaurantes para anunciar sus productos o servicios en inglés. Pues en Austin (como en buena parte de los EE.UU.) sucede lo contrario y existen sectores completos donde todo está anunciado en castellano. Si alguien debe preocuparse de perder la hegemonía idiomática son ellos. Preocuparse digo, porque no es un problema real, dicha hegemonía no existe. Pero en fin, mi visión de Austin esta parcializada porque yo vivo en Amsterdam donde las calles son estrechas y me muevo en bicicleta a todas partes. Por otro lado, hay algo que redime a Austin ante mis ojos: su Sixth Street. No por sus restaurantes de costillas nadando en salsa BBQ, ni por sus adolescentes vaqueros recorriéndola de arriba abajo en sus pick-up trucks mientras escuchan hip-hop a todo volumen. Es por su música. Y tampoco toda. Existen tal vez tres o cuatro bares donde a diario (!) se puede escuchar blues en vivo. En la mayoría de los casos no hay que pagar la entrada sino dar una propina y en una buena parte de los casos es de buena calidad, según si uno prefiere el jazz-blues, el blues-rock o el country-blues. Calificación de Austin en mi footballfieldómetro: 655321.

14 nov 2006

Visión


De todos es conocido el carácter ritualístico, medicinal, cultural o de entretenimiento que ha tenido la percusión en sociedades primitivas y modernas por igual: desde los tambores bamileke hasta los beats electrónicos. Uno de sus efectos más destacados es el de inducir un trance. Ayer hice un experimento peligroso: Escuché consecutivamente y sin pausas Toad de Cream, The Mule de Deep Purple y Moby Dick de Led Zeppelin (todos alusivos a animales, ahora que lo veo) que, en las versiones que tengo, significan más de 30 minutos de bateria monstruosa. Hacia el minuto 28 empezó el trance que duró poco pero fue suficiente para entrar en un estado de conciencia que me hizo ver con claridad una nueva visión del fin. Esta vez se trataba de un anciano moreno y de pelo blanco, de pie frente a mi, con los ojos cerrados. De su cabeza casi calva empezaron a salir pelos blancos cada vez más largos y más poblados. De allí se desplazó el crecimiento hacia la cara, luego las piernas, luego los brazos, luego el resto del cuerpo (el anciano parecía desnudo, aunque su piel curtida bien podía ser un atuendo). Al cabo de un rato, el viejo fue engullido por su propio pelo; me explico, el pelo primero lo cubrió completamente y luego pareció volverse una masa informe y blanda. Luego sopló un viento fuerte y el pelo se fue llendo con él, dejando tras de sí nada: ni viejo ni pelo ni continuación, porque allí acabó John Bonham de tocar.

13 nov 2006

Palabra favorita


Hace tiempo leí en algún lado un artículo aburrídisimo sobre la palabra favorita de no recuerdo si eran escritores, poetas, o en general de la gente. La única que recuerdo (y que era popular entre los poetas) era melancolía. Les gustaba porque inmediatamente los hacía ver la melancolía en la palabra: es larga, tiene muchas vocales, se puede susurrar y ondea un poco en la boca. Desde entonces he visto repetidamente encuestas con la misma pregunta. Nunca me he podido contestar cual es mi favorita y supongo que depende del criterio. Mucha gente responde amor, amistad, dios o alguna cosa parecida, solo porque les gusta el concepto (no la palabra) y quieren parecer sensibles, resultando autocomplacientes. Pero si me lo pregunto respecto de una lengua que poco conozco y en la que comprometerme con la respuesta me da igual, puedo hacerlo.

Mi palabra favorita en holandés es "andersdenkend(e)" que traduce disidente o disidencia de una manera robusta y clara (anders= de manera distinta; denken= creer o pensar). Parte de la gracia del holandés, como del alemán, es la posibilidad y normalidad de generar palabras a partir de lexemas simples. Son mucho más comunes que en el castellano las palabras compuestas y por ello no es raro que las palabras tengan media docena de sílabas o más. Se podría decir que estas lenguas cuentan con una base de lexemas inferior al castellano, haciéndolas, en su forma básica, lenguas menos ricas y el aprendizaje del vocabulario potencialmente más sencillo. Sin embargo, la dificultad se traslada a la generación y comprensión de composiciones, no solo a la memorización de palabras. La filosfía alemana, por ejemplo, es potente no solo por la genialidad de sus exponentes, sino por su caracter idiomático. Por eso es frecuente encontrar extranjerismos en textos de filosofía, como weltbild, weltanschaaungen o dasein; este último un ejemplo no solo de composición, sino de las posibilidades que da para la creación de neologismos que son mas expresivos que cualquier palabra anterior. De ahí que Nietzsche haya sido un excelente filósofo, a partir de su formación como filólogo, y que Foucault, entre otros, haya asumido su forma de escribir (la de Nietszche) como una forma de aproximarse a la genalogía de la historia, de los conceptos, de la locura, del sexo, en fin. No lejos están los intentos de Derrida de deconstrucción. Tomar una palabra, desbaratarla etimológicamente, cuestionarla, proponer alternativas. Así se puede tomar la palabra revolución y decir re-evolución? re-volición? devolución? ...aburrición.

11 nov 2006

De guayabera en Roskilde


Hace unos años estuve en Roskilde, que es un festival de música al aire libre de varios días en Dinamarca al estilo Woodstock (dicen ellos). El caso es que tenía pocas camisas limpias y uno de los días tuve que recurrir a una guayabera blanca. Así que ahí estaba, con guayabera, más apropiada para el malecón de la Habana o Los Pegasos de Cartagena, rodeado de vikingos ebrios en medio de una presentación de Iron Maiden o Hellacopters.

No se qué me motivó a llevar guayabera a Escandinavia, pero en cambio, tiempo después no la llevé en otro viaje en el que tuve la oportunidad de visitar la renovada Cueva en Barranquilla, donde hubiera sido muy apropiada. Habría ido muy bien de la mano de un Guayabín, por ejemplo: un coctel como para un afeminado Scott Fitzgerald, más que para un Jemingbuey, como el que aspiraban a ser los cazadores costeños que frecuentaban este lugar hace décadas y que difícilmente lo elegirían hoy de bar con sus rones aguados, sus precios de Hotel El Prado y sus meseros uniformados.

10 nov 2006

Patriotismo


Hay temas de los que es fácil arrepentirse de opinar. Puedo, por ejemplo, para estimular una discusión, exagerar mi punto de vista con respecto al patriotismo. Decir que es más el mal que ha causado, que lo contrario. Decir que cualquier país puede listar sus orgullos insignificantes: los mensurables (como tener al más alto PIB per capita) o los subjetivos (las mujeres o playas más lindas). Decir que cualquier país puede pagar a una agencia de publicidad por mostrar su lado amable para venderlo como producto turístico o destino de inversores. Decir que si el patriotismo se basa en las cualidades humanas es una generalización absurda; que si se basa en las riquezas naturales es accidental y difícilmente único; que si se basa en las glorias deportivas es tendencioso y superficial; que si se basa en los éxitos en cultura popular es un desafuero. Y se puede seguir, pero una de cada tres personas se sentirá ofendida, porque creerá que un ataque contra el patriotismo es un ataque contra el país, contra la persona. Es posible que sientan que es una obligación hablar bien de tu país y ponerte las pulseras del hijo del presidente y no estarán de acuerdo en que adoptar una especie de patriotismo es adoptar toda una ideología detrás de ella, como con cualquier propaganda (Colombia es Pasión, God Bless America, Es Lebe Deutschland). Y te dirán que más bien vuelvas por donde viniste, que "ya porque vivió seis meses en Quito se las viene a dar de ciudadano del mundo" o que "por eso estamos así, porque la gente no quiere a su país y no se compromete con él". Y uno podría entonces explicar bien lo que significa el cosmopolitanismo, desde la ilustación, desde Kant, hasta Habermas y Derrida. Pero esto significaría una afrenta pedante. Si ya se compró una idea de patriotismo, no se va a perder esa inversión poniéndola en duda. Si se les dice que cuestionar el patriotismo no implica automáticamente ser anti-patriota, te dirán que confundes patriotismo con patrioterismo. Te citarán casos en los que creen que el patriotismo ha llevado a alturas honorables a otras naciones. Y con seguridad te odiarán por tu atrevimiento, porque a la madre se le puede criticar, pero siempre será la mejor madre del mundo, de lo contrario eres un hijo desagradecido y desnaturalizado que se cree mejor o distinto cuando en realidad siempre sera hijo, quiéralo o no, solo que ahora hijo indeseable. Si rechazas tu patria, no puedes elegir otra; si la rechazas, te rechazas a ti mismo y te vuelves un extranjero permanente. Se les podra decir que la humanidad entera vive en el exilio, con una nostalgia imposible, pero ya estará tan polarizada la conversación que no habrá salida. Y en el futuro, estarás obligado a hablar mal del país, porque "cierto que ese es el que habla mal del país" y ya no te creerán otra cosa; ya perdiste tu oportunidad de pertenecer. Y cada vez que Juan gane un Grammy o Juan gane una carrera o Juan abra una tienda de café, no podrás ya alegrarte, porque eres un apátrida y esos son "nuestros" triunfos, "nuestros" orgullos; pertenen a los patriotas; nos suman puntos en el inexistente juego de las naciones. Eres Kundera o Cioran; eres un Naipaul que los triniatarios resienten por habrse "vuelto" inglés, aunque tengas origen indio o hayas defenestrado a la literatura inglesa (que ahora deberías amar por ser tu nueva patria). Pero a la hora de hablar de "nuestras" glorias, checas, rumanas o trinitarias, allí estarás en la lista.

9 nov 2006

P.P.P.

"Solo l'amare, solo il conoscere
conta, non l'aver amato,
non l'aver conosciuto."

Lo bueno de comprar libros de poesía en Italia es que tienen la sana costumbre de las buenas editoriales, de publicar textos bilingúes, extendida a casi todos sin importar si son clásicos o modernos, conocidos o desconocidos.
Lo malo es que, como resulta obvio, este no es el caso de los poetas italianos; lo que implica para los hispanoparlantes o aprender italiano o leerlo como si entendieramos porque suena parecido.
En el verso de Pasolini que encabeza esta entrada el parecido es evidente y en general se podría decir que uno capta un 80% del mensaje (o así lo cree). Pero de vez en cuando aparecen palabras como raggiunsi o folla (que no es lo que parece) que despistan a un ignorante como yo.
Podría leerse la traducción, claro está, pero en poesía esto es casi siempre como leer a otro poeta y si sacamos a los haikus, a los poetas comunistas rusos, a los chinos, a los africanos, bueno en fin, si nos concentramos en los latinos es posible que sea mejor leer sin entender completamente, que leer una traducción. Esto vale para las languas germanas y las eslavas, en general para las que pertenecen a la misma familia (y por eso uno solo necesita un idioma de cada familia si se quiere volver multilingue). No creo absolutamente necesario saber italiano, francés o catalán a la perfección para poder disfrutar de la poesía en estos idiomas. Por otro lado, en castellano nunca sonaría igual de poderoso Pasolini diciendo:
"cuore e ventre" o
"troppo trepidante amore".

Siguiendo con Italia. Estando en Roma descubrí una técnica de seducción contemporánea que quizá no debería compartir para no extinguirla, pero que me pareció simpática. De todos es conocido que los italianos son descarados seductores y basta con sentarse en un parque, una fuente o un bar durante una hora y donde exista una mujer sola los verán en acción, lo prometo. Si son mujeres, pues les recomiendo un viaje a Italia (entre más al sur, mejor) para reconfortar el ego o conseguir amante. El hecho es que este personaje vio a una joven (israelita, de veinte, en vacaciones con la mamá y recién abandonada por su novio, por lo que pude entender de la conversación en inglés) sentada sola y se le acercó fingiendo ser turista. Auque era evidentemente nativo, quién le dice que no. Le pidió el favor a la mujer de que le tomara una foto (con su teléfono, como si un turista no cargara una mejor cámara) y le hizo repetir tres veces para poder acercarse a ella mucho para verificar el resultado, tomándole las manos mientras lo hacía. Al final, lógicamente vino el de-dónde-vienes, cómo-te-llamas, dónde-te-estas-quedando, cuánto-tiempo-llevas-aquí, qué-te-ha-parecido, etc. En algún punto empezó a gritar hacia la multitud (era un lugar público) a un amigo (que yo no pude ver, por lo que supongo que no existía) haciendo señas de que lo esperaran. Esto fue importante, porque hace creer a la joven presa que el hombre no solo tiene otras cosas que hacer (pero la elige a ella), sino que no es un tipo solo en plan de cacería. Lo demás fue una conversación normal de cuánto-tiempo-te-vas-a-quedar, qué-vas-a-hacer-esta-noche y lo demás para tantear el futuro. Tras unos diez minutos, el hombre se aburrió y creo que la mujer, aunque cambió las lagrimas (que ya le había visto y adscribí a su corazón partido) por sonrisas, no tenía intención de ir más lejos. Ambos quedaron animados: él porque hizo su amiga sin que saliera corriendo, y ella porque quizá pensó "no es tan grave después de todo, David (o como se llame) no es el último hombre en la tierra".

8 nov 2006

Inauguración


Desde la temprana tarde, el vecino del infinito, tomando prestado un satélite natural, predijo el fin del mundo. Se le aguaron los ojos, pero tambien se le hizo agua la boca. Quizo confundirse, pero la lucidez se reconoce cuando es ajena y el vecino del infinito estaba fuera de sí. Le preguntaron si el fin sería Armageddon o más bien Ragnarok. Él se inclinó por compararlo a un frasco de mostaza en una casa donde la mostaza no es popular. Se acaba, se acaba, se acaba, pero no se ha acabado. Finalmente queda una capa gruesa de mostaza casi naranja adherida a las paredes del frasco que ya nadie quiere, pero nadie bota. No se compra otra mostaza, porque ahí hay una; no se usa, porque quién va a romper esa costra para pulverizarla sobre una salchicha. Pero de repente, un buen día, nadie sabe quién ni cuándo, ha botado el frasco. Quiza llega el día en que alguien quiere un poco de mostaza y lo nota, quizá se compre una nueva, pero lo cierto es que ha desaparecido.

Le preguntaron al vecino si esto significaba una mitología optimista, con posibilidad de regeneración tras el fin. No supo responder, porque lo único que le fue revelado fue el fin, no un nuevo comienzo. Y quizo publicar sus hallazgos en Internet, porque aunque nadie los leería, al menos se sentiría tranquilo de que hizo su parte. No tenía intención ni cualidades para gritarlo en una esquina de Nueva York o a orillas del Ganges. No tenía popularidad ni plataforma para sugerirlo seriamente como tantos otros lo han hecho.

Esa noche, el vecino del infinito pudo dormir tranquilo y comparó su nuevo blog con un frasco de mostaza. Quizá alguien lo usaría de vez en cuando, muy seguramente no, pero lo cierto es que acabaría lentamente y un buen día desaparecería para siempre.