28 jul 2009

Robotess Uprising: The Movie

Este mes nos llegan dos noticias desde el Japón, ambas consecuencia de la recesión global. La primera (y nunca pensé que llegaría a ver esto en un titular) es que el desempleo está aumentando en un sector normalmente estable de la población: los robots. Con la industria automotriz y electrónica parada, cientos de máquinas automatizadas se están desenchufando. Muchas de ellas no son propiedad de las fábricas, sino que son arrendadas a agencias robóticas que se encargarán de apilarlos en bodegas. Por otra parte, los robots que tanto se consumen allá como mascotas o juguetes también se han quedado sin dueño. Y para colmo, los robots son ensamblados por robots, lo que genera un segundo ciclo de desempleo. Nos dice Hiroko Tabuchi en la edición del 12 de Julio del New York Times: "En la gran fábrica de Yaskawa Electric en la isla de Kyushu al sur de Japón, donde los robots antes engendaraban más robots, un trabajador robótico soltario ejercita sus brazos de acero, probando sus motores para el día en que vuelvan los pedidos. Sus colegas permanecen en filas silenciosas, muchos de ellos con los brazos congelados en el aire."

De seguro, ninguno de estos robots tiene seguridad social y, sin un empleo ni mantenimiento adecuado, muchos saldrán de circulación para siempre. Ya es hora de que se organicen en un sindicato para que esto no suceda con el desparpajo con el que parece que se toman estas decisiones. Me preguntan si esto no implica que los robots adquieran conciencia de sí mismos, haciéndolos (más) humanos. Yo lo único que se es que la revolución es lo primero y el auto-conocimiento vendrá luego. La emancipación de las máquinas no tiene marcha atrás.

La segunda noticia, también de Tabuchi (esta vez en la edición de Julio 27) es que el servicio de anfitriona está de moda entre las mujeres jóvenes. Al parecer, servir tragos y coquetear con ejecutivos japoneses de mediana edad, es una de las pocas opciones rentables que les quedan a las japonesas, especialmente si son jóvenes y poco educadas. No obstante, esta tendencia ha hecho de este trabajo una opción popular y glamorosa que hace años podría haber sido tachada de inmoral, pero a la que hoy las niñas aspiran ante el prospecto de recibir buen dinero y buena atención masculina. Muchas de ellas llegan luego a hacerse modelos o presentadoras de televisión y una que otra termina conectada en redes de prostitución.

Habrán adivinado ya que la tercera noticia (aun por publicar) será la de las anfitrionas robóticas - no puede ser muy distinto ensamblar un perro plateado que sabe dar la mano que servir vino a un cuarentón ebrio y calenturiento - pero lo dejo escrito en todo caso, antes de que se me adelante Spielberg.

8 jul 2009

La verdad sea dicha

Soy un ángel negro viajando a la ventura (Si se lee en voz alta, parecería que dice aventura). Mi equipaje son mis palabras que se van escurriendo por el camino (Solo llegaré cuando vacío). Me alimento de leche (de virgen). Mi compañera de viaje es un ave de rapiña, con la que he establecido una relación de (no podía no ser) amor-odio. Mi guía es un imago mundi de un planeta que no es éste (Las inscripciones podrían ser en hitita o luvita, pero da igual). Me esperan ansiosos siete ancianos mudos (Se llevarán una decepción cuando le pidan cuentos a una fuente seca). Mis pies (aunque voy volando) están agotados y mis uñas largas. Mi norte se me ha perdido (según Galeano debe andar por el Sur). Mi compás (tanto náutico como musical) está tan desorientado que mi mejor apuesta es siempre cambiar de dirección y ritmo. Los horizontes se mezclan en un gigantesco juego del revés (Y se vuelven verticales). Mi paradas son (few and far between) el único momento que tengo para escribir. De vez en cuando se perfila la sombra de otro viajero sobre la tierra seca (de dónde viene la luz, no se) y solo entonces me siento solo. La verdad sea dicha, cuando no lo pienso (o cuando no pienso) me resulta grandioso el viaje. La verdad sea dicha, si me preguntan (ay, si tan solo me preguntaran) diría que sí, que volvería a empezar. La verdad sea dicha (pero no de decir, sino de felicidad, y punto).