16 nov 2006

Austin, TX


Austin es una ciudad obesa-obscena. Sus calles son del ancho de media cancha de fútbol americano (allá todo lo miden en football fields) para dar paso a los camiones 4x4 donde típicamente solo va un conductor con gorra o sombrero. A las afueras, en los suburbios, es donde mejor se destila su caracter, a través de las casas, los malls y sus parqueaderos, los restaurantes y los jardines. Cada cierto tiempo se dejan ver los vestigios de una antigua civilización que dominaba estas tierras en la prehistoria: los mexicanos. En los países de latinoamérica con frecuencia (y desde hace tiempo) se alzan las voces en contra de los avisos y publicidad que usan tiendas, almacenes y restaurantes para anunciar sus productos o servicios en inglés. Pues en Austin (como en buena parte de los EE.UU.) sucede lo contrario y existen sectores completos donde todo está anunciado en castellano. Si alguien debe preocuparse de perder la hegemonía idiomática son ellos. Preocuparse digo, porque no es un problema real, dicha hegemonía no existe. Pero en fin, mi visión de Austin esta parcializada porque yo vivo en Amsterdam donde las calles son estrechas y me muevo en bicicleta a todas partes. Por otro lado, hay algo que redime a Austin ante mis ojos: su Sixth Street. No por sus restaurantes de costillas nadando en salsa BBQ, ni por sus adolescentes vaqueros recorriéndola de arriba abajo en sus pick-up trucks mientras escuchan hip-hop a todo volumen. Es por su música. Y tampoco toda. Existen tal vez tres o cuatro bares donde a diario (!) se puede escuchar blues en vivo. En la mayoría de los casos no hay que pagar la entrada sino dar una propina y en una buena parte de los casos es de buena calidad, según si uno prefiere el jazz-blues, el blues-rock o el country-blues. Calificación de Austin en mi footballfieldómetro: 655321.

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