8 nov 2007

Sam Dillemans

Tenía todos los músculos de cuerpo tensionados mientras golpeaba primero con guantes, luego sin ellos, sudando mientras hablaba de van Gogh y Picasso: sus faros. Se preparaba una limonada, inmediatamente después un café y se sentaba en el suelo, frente al lienzo como frente a un altar, en medio de un ritual que expresaba mera necesidad o penitencia o una fuerza creativa arrolladora, pero disciplinada. Como disciplinado todo lo que hacía. Cronometra su rutina de ejercicios, su tiempo de lectura, su café con amigos en el bar de la esquina de su estudio de Amberes, los tres días semanales que le dedica a su novia; todo marcado por campanas reales o tácitas en el combate pugilístico que es su vida y cuyo contendor es solo él mismo. "Dus, ik lees", dice entre sus libros (Neruda y Dostoievsky se asoman tras el gigantesco van Dale), perfectamente desordenados en las paredes y el suelo de su estudio, en el poco espacio que dejan sus múltiples pinturas. Poco más hay aparte de las pinturas, los libros, una mesa y una cama. Tambien algunos CDs. Piensa en el próximo mientras toma un sorbo de SPA Rood. Se decide por Bach, el "taca-taca-taca", dice, le permite pintar, mientras que Beethoven podría arremeter contra todo y robarle la concentración. Pero también pone Abba, a veces, aclara, porque finalmente "alles is onbelangrijk" (nada importa).

1 comentario:

Anónimo dijo...

If you change your mind, I’m the first in line, honey I’m still free
take a chance on me, if you need me, let me know, gonna be around If you’ve got no place to go, if you’re feeling down.