21 ene 2007

Thanatos y Osiris


No hay tal cosa como el distante infinito. Cuando se trata del infinito, la distancia no es el asunto. Se puede caer en una grave confusión: la de lo finito y lo infinito. Convencidos de que el fin está llegando, olvidamos algo fundamental: el fin no llega, somos nosotros quienes llegamos al fin. Si el fin llegara, se le vería venir, o se le vería ir hacia otros, pero al fin solo llegamos cuando llegamos y es nuestro fin individual, no "el fin". Le cuestión es que cuando llegamos al fin es demasiado tarde para saberlo o para hacer algo al respecto. A veces creemos haber llegado al fin y le damos vuelta a la situación, o retrocedemos y con ello lo único que hacemos es probar que el fin no había llegado. Ahora, es bien sabido que hay quienes confunden pausas, tropiezos, obstáculos o simples variaciones con el fin; por ello, el fin se convierte en una noción ambigua. El fin, mis queridos finitos, es el límite tras el cual no existe otro algo, el último, el irreversible, el absoluto. Tan es así que nunca nos daremos cuenta de que el fin ha llegado, porque si ha llegado, darse de cuenta de algo ya no será posible. ¿Quien entonces puede ser narrador, o anunciante, de su propio fin? Nadie. Y es allí donde confundimos finito e infinito. Si no somos capaces de notar nuestro fin, entonces el fin nunca existirá para nosotros y de ello se deduce que somos infinitos. Esta noción, atractiva como pueda parecer, es evidentemente tormentosa. Pero, como he dicho, no hay un único fin. Podemos narrar innumerables fines ajenos. Más aún, para no caer en el tormento del infinito, nos obsesionamos con el fin ajeno.

Mucho se ha dicho sobre la dialéctica Eros/Thanatos: el orgasmo como la pequeña muerte; el acto sexual transmutado en violencia asesina; el psicópata asesino como un extremo de confusión amor/muerte. Poco se ha dicho sobre al pánico al infinito (o el infinito pánico) y el asesinato como una aproximación al propio fin para escapar del horror de no poder conocer jamás el nuestro; estos individuos (los asesinos), casi siempre hombres, confunden muerte y fin y le agregan Eros, y por ello continúan asesinando sin curarse. Aquí es donde se confunden Thanatos y Osiris. Thanatos siempre ha estado emparentado con Hipnos, como una versión definitiva del sueño, y con Eros, por oposición complementaria, porque no hay mjuerte sin nacimiento, ni nacimiento sin sexo. Osiris, por su parte, personifica la muerte, pero tambien la resurrección; y dicha resurrección se hace sin falo (Osiris es recompuesto sin su pene) que se vuelve un objeto simbólico de resurrección, no de muerte: Eros ritualístico es el camino al renacer, no al nacer o morir. Pero la distinción fundamental, o la confusión a la que apunto, no es la de muerte y sexo, es la de muerte y fin. El psicópata puede simular su muerte provocándola en otros, pero nunca podra saborear, ni oler, ni tocar, ni ver el fin, como si la muerte.

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