18 ene 2007

De regreso de los Alpes


Leyendo a Jules Florencio al pie de Alpes, me di cuenta que hoy no sería efectivo escribir una novela donde se mencionen los precios de los museos de Londres o la marca de un licor o de unos cigarrillos (todo el mundo se acuerda de los Gauloises de Rayuela, que ahora se fabrican en España, por cierto). Hoy, por Internet, todo el mundo tiene la capacidad de Ruben Darío de escribir acerca de Europa (o cualquier lado) sin haber estado antes allí. Por ejemplo, quién asegura que yo estuve en los Alpes o que vivo en Amsterdam, quizá solo soy una bailarina retirada de Pitalito.

Pero nos engañamos profundamente si creemos que tenemos acceso a la información. A nivel individual es cierto que nuestro acceso ha aumentado, que la disponibiliad es mas rápida y mediata; sin embargo, en números gordos las cosas se están estabilizando. Es como si todo el mundo de repente entrara en una biblioteca gigante, de varios pisos. Los más entusiastas corren de un pasillo a otro, echando mano encima de cuanto libro ven. La mayoría hacen un tour, eligen algunos con portada atractiva y luego regresan al lobby, a la cafetería, a ojear las revistas con muchas fotos y comerciales de perfumes y refrescos, pero la verdadera mayoría se sale o jamás ha entrado.

Este mes es la segunda vez que Ramonet se queja de la baja en suscrpciones de su periódico y nos implora, a quien estamos interesados en que siga habiendo una prensa independiente, que nos suscribamos; dice que ahora sí en serio van a tener que cerrar Le Monde Diplomatique y lo único que nos quedará será leer Metro, que es un horrendo diario gratuito, pero de mayor circulación y con cada vez más ciudades en su haber.

Ramonet nos garantiza independencia de poderes económicos y mediáticos, quienes se adueñan de los medios para perpetuarse en el poder, influir en la opinión, controlar las masas y distorsionar la verdad; pero si su editorial es, por segunda vez, un clamor patético por vender su periódico, pues no estoy seguro de que pueda llamarse más independiente o desintersado. Supuestamente, los gratuitos y los bloggers son cada vez más las fuentes preferidas de noticias. Yo nunca creería en un blog ni en Metro así de primerazo, ni siquiera cuando son los blogs de los diarios populares (porque ahora todos los periódicos tienen bloggers para ver si ahuyentan el desenlace inminente de alguna forma). Yo no cambiaría un trabajo periodístico serio, por una opinión de un desconocido desocupado (que podría ser una bailarina retirada en Pitalito). Pero la verdad, Ramonet, tampoco pagaría por suscribirme a un diario si lo puedo leer gratis en Internet o en el tren, a menos que la calidad sea muy superior. El Dipló no es gratis y vale la pena suscribirse, pero me pregunto si pedir suscriptores en el editorial tenga el efecto esperado. Es probable que aumenten las suscripciones, pero ¿las de quién? las de quienes leyeron el clamor en la versión resumida de Internet, la de quienes lo tomaron prestado de un amigo, la de quienes lo compraron en un stand, o la de quienes habían decidido cancelar la suscripción y se conmovieron?

Si hay un genio como Cortazar deambulando las calles de Viena o buscando en vano, como yo, la nieve en los Alpes (último reducto del frío en esta zona, donde por estos días solo parece haber un viento huracanado tropical a diario), no le sería posible hoy convertirse en un novelista universal de culto. A lo sumo lograría publicar unos cuentos en una revista de futuro incierto (y poner su firma cuando la revista ruegue a sus suscriptores renovar el año entrante), pero si quisiera vivir de hacer novelas tendría que escribir una policiaca, situada en la era oscura inexistente de leyendas, donde descubriría los secretos del cristianismo y la clave para la autosuperación. Aunque bien pensado, tampoco Cortazar pudo vivir de hacer novelas, fue traductor simultáneo y naufragó en una isla de 2mX2m a cinco metros de la orilla de un pantano, donde, dicen algunos, contrajo SIDA, o le aparecieron sus primeros síntomas de leucemia, según otros, pero lo cierto es que murió años después sin el amor de su vida y sin haber conocido un blog, ni los periódicos gratuitos masivos, ni el debate sobre el fin del Internet libre (save the Internet).

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