17 may 2007

Toukuvole Puhovattaa


No conozco muchos finlandeses, pero la mayoría están tostados. Al principio creí que era una coincidencia que fueran poco naturales en su interacción social, que estuvieran siempre listos a revelar detalles de su historia personal a completos desconocidos, que fueran aparentemente imprudentes o directos al revelar sus opiniones, demostrando una falta de sentido de común y empatía con las gentes al sur del Polo Norte. La semana pasada conocí otra finlandesa, fuera de Finlandia, y me parece que veo un patrón. Pese a ser un país desarrollado y rico, intuyo que su mentalidad sigue siendo campesina, provincial y torpe con respecto al resto del planeta. Recuerdo que hace años leí una entrevista a Robert de Niro donde mencionaba su experiencia al ser entrevistado por una periodista finesa. Al tratar de emplear el humor o la exageración, no obtuvo eco y acabó por decirle "lady, you should get out of Finland more often". No tienen ni sentido del humor ni sentido común. También he notado la frecuencia con que tienen o dicen tener problemas síquicos. Problemas que en el resto del mundo serían irrisorios, son para ellos enfermedad mental y típicamente están asociados a su familia. Esta mujer, por ejemplo, compartió, con un grupo que acababa de conocer, el hecho de que su padre se había suicidado porque era cirujano y había desarrollado un temblor nervioso que le impedía operar. También "compartió" con nosotros un artículo en el que estaba trabajando, lo circuló sin motivo aparente (la gente apenas leía el título y lo rotaba sin saber qué hacer con él) para luego hacernos firmar a todos un acuerdo de confidencialidad de que no usaríamos ni publicaríamos el contenido de este extraño e irrelevante pedazo de producción intelectual. Si esto no es suficiente, más tarde se paró frente a todos a hacer una presentación no solicitada de las bondades del copyleft, porque "el conocimiento no debería ser propiedad de nadie y hay que compartirlo". Ella no parecía notar sus contradicciones y el efecto que sus historias públicas (además de la del padre, la de su hermana enfermera o la de su tío marinero) surtían en un público que no estaba interesado. Luego dijo que era la finlandesa más extraña de Finlandia (ajá, pensé, entonces si sabe que es extraña), pero al parecer lo más raro para ella era que hablaba inglés mejor que sueco y eso era terriblemente importante para ella. Le pregunté a un amigo neoyorquino de exnovia finlandesa si a él también la parecían locos. No fue entusiasta, pero sí confirmó que al beber son un caso de Dr. Jekyll y Mr. Hyde, lo cual entonces debo sumar a la lista, pues es absolutamente cierto. También podría preguntarles a amigos que viven en Finlandia, pero viven allá, están contagiados. Pese a todo lo anterior, el personaje más interesante que conocí en una de mis visitas a Findlandia, acampando en Nuuksio, fue un guru-giri de la India quien estaba fascinado con las culturas indígenas del mundo y luego de que una finlandesa (que el parecía soportar, más que querer) se enamorara de él se lo había llevado a Helsinki, dejándolo con Laponia como única fuente de conocimiento de culturas indígenas. Al parecer, las finlandesas también hacen eso con frecuencia: enamorarse de un cualquiera en un lugar exótico y traérselo de vuelta como souvenir (como aquella otra que se trajo un garífuna veinte años menor).

2 comentarios:

carlosrealm dijo...

Uno tiene la provinciana idea de que porque vienen del "primer mundo" tienen la mente más abierta o son más avanzados (por no decir mejores). Cuando vives en Europa te das cuenta de que no hay tal, de que en todas partes se cuecen habas, de que si por allá llueve por acá no escampa.

Podría dar muchos ejemplos, pero ya que hablamos de fineses, conocí a una que, por ser europea, pensaba yo que sería liberada, emancipada, moderna. Tendría unos cincuenta años. Vivía preocupada por el almuerzo con el arroz como le gusta a Toño, que no dejaran sin carne a Toño y en lavarle los calzoncillos a Toño. Compartíamos una finca en Anapoima y ella estaba más preocupada por Toño, que era la estrella del convite, en todo caso, de lo que lo estaba cualquier otra persona. Se devolvieron para Finlandia y nos dejaron preguntándonos si Toño la había vuelto así o si cuando se conocieron ya estaba así.

Daniel dijo...

Lo que pasa es que nosotros hacemos parte de un élite globalizada, en el buen sentido. Pocos han recibido la educación que nosotros hemos podido disrutar.