Inauguración
Desde la temprana tarde, el vecino del infinito, tomando prestado un satélite natural, predijo el fin del mundo. Se le aguaron los ojos, pero tambien se le hizo agua la boca. Quizo confundirse, pero la lucidez se reconoce cuando es ajena y el vecino del infinito estaba fuera de sí. Le preguntaron si el fin sería Armageddon o más bien Ragnarok. Él se inclinó por compararlo a un frasco de mostaza en una casa donde la mostaza no es popular. Se acaba, se acaba, se acaba, pero no se ha acabado. Finalmente queda una capa gruesa de mostaza casi naranja adherida a las paredes del frasco que ya nadie quiere, pero nadie bota. No se compra otra mostaza, porque ahí hay una; no se usa, porque quién va a romper esa costra para pulverizarla sobre una salchicha. Pero de repente, un buen día, nadie sabe quién ni cuándo, ha botado el frasco. Quiza llega el día en que alguien quiere un poco de mostaza y lo nota, quizá se compre una nueva, pero lo cierto es que ha desaparecido.
Le preguntaron al vecino si esto significaba una mitología optimista, con posibilidad de regeneración tras el fin. No supo responder, porque lo único que le fue revelado fue el fin, no un nuevo comienzo. Y quizo publicar sus hallazgos en Internet, porque aunque nadie los leería, al menos se sentiría tranquilo de que hizo su parte. No tenía intención ni cualidades para gritarlo en una esquina de Nueva York o a orillas del Ganges. No tenía popularidad ni plataforma para sugerirlo seriamente como tantos otros lo han hecho.
Esa noche, el vecino del infinito pudo dormir tranquilo y comparó su nuevo blog con un frasco de mostaza. Quizá alguien lo usaría de vez en cuando, muy seguramente no, pero lo cierto es que acabaría lentamente y un buen día desaparecería para siempre.
1 comentario:
Ah carajo, y yo por qué no me había enterado de esto?
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