Escritorio tras la vitrina
Tiene el escritorio diseñado. En todo el centro una Olympia (siempre las Olivetti le recordaron a su abuelo y no las toleraba). Al lado, cerrado y con unas gafas encima, un libro recién publicado. Más arriba otro libro, más grueso, de edición más elegante, abierto en una página cualquiera, con un cuaderno posado encima de tal manera que no se logra decifrar de qué libro se trata. También hay una taza, genérica, podría ser café, té, o incluso un último recurso para verter whisky a falta de vasos limpios. En la esquina, casi a punto de caer, está el Tarot (sin contexto, pero se ve usado). Hay otros muchos elementos indecifrables: mementos de viaje, elementos de escritura, hojas sueltas, un cenicero (vacío, no es claro si fuma o no), un diccionario, un calendario, otro dicionario (el ideológico), otro diccionario (el de dudas de Manuel Seco), y otro diccionario (Thesaurus). En la última esquina hay tres monedas con un hueco (coronas danesas, I Ching, no es claro). Se diría que es escritor de oficio, pero hay un elemento que pone tono en duda: la vitrina. Todo el escritorio está detrás de una gran vitrina.
Me pregunta: ¿sabías que murió Baudrillard? Le contesto que lo mató la realidad, supongo, en venganza.
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