Debo admitir que mi percepción de Canadá cambió notablemente. Era para mí (y no solo para mí) un país sin interés, frío, grande, rico, torpe y aburrido, aunque naturalmente agraciado, como digamos el Gobernator. No es que todo esto haya quedado revaluado, pero al menos en lo que respecta a Vancouver tiene un nuevo sentido. Todos los atributos siguen siendo ciertos, pero en distinta medida.
Lo de grande nadie lo pone en duda.
Lo de su belleza natural lo pude comprobar y quedé fascinado con la cercanía entre los picos nevados de los Rocky Mountains apenas al lado de hermosas bahías del Pacífico. Respecto de su belleza urbana tengo opiniones encontradas. En el centro hay una presencia exagerada de edificios altos que le dan a la ciudad un atractivo skyline desde ciertos ángulos, especialmente de noche, pero que desde otros ángulos se ve más bien gris y saturado. Notablemente el Coal Harbour es un proyecto urbanístico muy interesante con un malecón extenso y agradable, al lado de unos edificios altos donde predomina el vidrio y la simetría en su conjunto.
Lo del clima, bueno, al parecer no es muy distinto que Holanda, llueve mucho, hace frío, pero no es un invierno extremo como en el resto de las ciudades grandes canadienses (dicen que casi no cae nieve) ni hace mucho calor en verano.
Lo de rico es evidente también, pero quedó matizado con el sabor y swing del Chinatown donde hay edificios y buses raídos, junkies, mendigos e imigrantes como mayoría. De hecho, en toda la ciudad se ven mendigos que seguramente sean junkies o jóvenes con ganas de salir pronto de sus casas, pero igual dominan el espacio visual en ciertas esquinas. Los imigrantes, especialemnte asiáticos, también dominan el espectro humano. No hay la limpieza, uniformidad y orden de buena parte de Europa Noroccidental como yo imaginaba, también hay lugar a la diversidad, la diferencia, la "miseria" y la posibilidad de vivir como carroñero sin que la policía te ponga preso o en un asilo.
Lo de aburrido tambien quedó revaluado, hay abundancia de restaurantes y cafés de todo el mundo, museos, galerías de arte contemporáneo, una buena universidad, y parques inmensos, además de la posibilidad de disfrutar de la playa y los deportes de invierno en el mismo lugar. El pero de los cafés es la irritante presencia de los Starbucks (que afortunadamente no han entrado a Holanda todavía). Hay uno en cada cuadra (no exagero), excepto claro en Chintawon. Hay uno en cada hotel, centro comercial, hay tres en el aeropuerto y una esquina en Robson St. donde hay uno frente al otro. Contaminan. Por otro lado, aunque no fue aburrido, en pocos días supongo que hasta Saskatchewan debe tener su encanto, y sí pude percibir el tufillo de un potencial aburrimiento tras una larga estadía. El surinamí, por ejemplo, que planeaba quedarse una semana más, cambió su pasaje para regresar antes a Holanda.
Lo que no tiene debate es que allí probé el agua (directo del grifo) más rica que haya probado, como beberla directamente de un arroyo cayendo de la montaña. Y al parecer la tienen en abundancia (me dijeron que es gratis en los hogares), así que atención a Canadá como potencia en recursos naturales de los próximos años de cambio climatico (y sin tanto frío).