Tres clasicos playeros
Cuando era niño íbamos mucho a la playa. Esa playa de arena negra frente al agua quieta y oscura. Era típicamente un paseo dominical hasta "la cabaña", donde por algún motivo nunca se botaron los residuos de los antiguos habitantes y había revistas viejas, sillas rotas y botellas de cerveza abandonadas a su suerte. Las mesas eran viejos carretes de cable, el techo era de paja y las paredes de tablas de mala madera- por cierto, como es obvio, finalmente se hizo cenizas tras un incendio. En el "zarzo", que en realidad era un desván, no había más que oscuridad, murciélagos y polvo sobre polvo. De todas maneras tenía su encanto y se alcanzaba a ver el mar, que quedaba como a media hora caminando.
Hay tres elementos clásicos de esas idas a la playa. El primero era el optimismo. Aquel según el cual un Renault 6 parcialmente oxidado por el salitre podía llegar hasta las zonas más húmedas y blandas de la playa. Una de cada cinco veces eso se traducía en gastar un par de horas desenterrando el carro, para luego regresar sin haber podido nadar en el mar. El segundo era el engaño. En su primera acepción, me refiero al señuelo o carnada que, pendiente de un hilo, nos ayudaba a pescar cangrejos en el lodo acuoso de la ciénaga. Era eso o esperar a que fuera oscuro y sencillamente arrearlos hacia costales cuando salían numerosos a la playa. En su segunda acepción, el engaño era creer que estos pequeños cangrejos de playa eran comestibles. Se arrojaban entre una olla a que se despedazaran entre sí y luego se hervían para saborizar unas papas (catorce cangrejos por papa) sin el menor riesgo de encontrar algo de carne bajo su menuda caparazón. El tercer elemento clásico era la mala memoria. Aquella que resultaba en el olvido de las llaves de la casa y solo notarlo al regresar de la cabaña tarde en la noche del domingo. Una de cada cuatro veces era preciso envolver una piedra en una camisa y romper el vidrio al lado de la puerta para entrar como ladrones. Era tan común que el portero, al oir que le llamaban (Mooonooo!), llegaba inmediatamente con la piedra. Luego tardaba un par de días el hueco en lugar de la ventana. Siempre había una ventana un poco más brillante, un poco distinta, un poco más nueva que las demás.