31 ene 2007

Eye of the beholder


El profesor de Utrecht le dijo a la griega que su novio holandés era un mujeriego. Luego trató de ablandar el asunto diciendo que ser un donjuán en Holanda no era gran cosa, que los holandeses son femeninos y en cuestiones de seducción más bien tímidos o torpes. Luego, para no poner en duda su propia hombría, como holandés que es, dijo que esto tampoco era el caso siempre y que en compensación las mujeres holandesas son bastante masculinas. No saben llevar bien sus cuerpos y no tienen gracia al caminar o al hablar o al vestir. En esas circunstancias, la seducción de holandeses entre sí es un asunto más bien higiénico, un trámite cubierto por el halo del calvinismo y el pensamiento esquizofrénico de ser un país pequeño y muy provinciano, a la vez que son un país de comerciantes y de ideas avanzadas en materia política (al menos hasta hace poco). Ideas muy grandes para un país tan pequeño (kleine dorp, grote ideën). En todo caso, el novio de la griega está en España, así que no aplica el matiz; allá se juega con otras reglas, allá su estatura y sus ojos claros hacen la mitad del trabajo por él.

A la inversa también sucede, supongo. Por ejemplo, durante varios meses compartí el tren con una mujer digamos agraciada, para no exagerar. Es decir, la noté no por su extrema belleza, sino por el hecho de que siempre tuviera el mismo destino a la misma hora, y casi siempre en el mismo vagón, como yo. Hace unas semanas la situación es distinta. He notado a otra mujer digamos de aspecto desfavorable; también a la misma hora con el mismo destino y mismo vagón. No, el cuento no viene a que se anulan mutuamente como materia y antimateria: el asunto es que desde que veo seguido a la fea no he vuelto a ver a la bonita (ahora sí uso esos adjetivos tan groseros, solo por facilidad). Y hoy pensé que tienen más o menos la misma edad. Entonces pensé en el diálogo holandés-helénico y se me ocurrió que quizá sea la misma mujer. Lo que sucede es que llevo tanto tiempo en Holanda que los atratcivos raciales ya no surten efecto.

28 ene 2007

Pesadilla


Mishima y Multatuli se me aparcieron anoche en un sueño. Cargaban cada uno una llave y un bordón y los levantaban al aire de una manera muy parsimoniosa, casi mecánica, un poco como en el inicio de Lucifer Rising de Kenneth Anger, solo que en vez de encontrarse en lugares opuestos, ambos apuntaban hacia mí. Los dos iban muy elegantes, con capas y con sus cabellos muy bien peinados, pero Multatuli se veía viejo y Mishima joven, atlético como siempre. El japonés se fue desvaneciendo mientras se empezaba a formar una media sonrisa en su boca; el holandés inclinó su cabeza sobre su lado izquierdo y se dejó caer.

De atrás, envuelto en una nube gris y borrosa llegó Sillanpää con sus brazos a medio levantar. La nube lo engullió poco a poco y se hizo más espesa, casi gelatinosa. De Sillanpää pasó a convertirse en La Silampa, aquella aparición del frío y la niebla, que se me acercó arrastrándose rápidamente por el piso hasta llegar a mis pies, envolverme con su frío y luego enrollarse en mí para chuparme la vida a través de los poros y dejarme esquelético, pero aun vivo.

Aterrorizado corrí hacia una luz tenue que resultó ser una especie de choza sin paredes. Allí, en el suelo yacía Mishima con sus intenstinos regados por el suelo y una nota dirijida a Multatuli que ya nunca leería. Débil y horrorizado me acosté al lado de Mishima, en torno a las velas que él había encendido y cuando abrí la carta con mi último respiro, me despertó mi vecino con sus ronquidos.

22 ene 2007

Videojuego para el chino, vote YA


Hoy el chino nos pregunstó si alguno era aficionado a los videojuegos. Su interés era que alguien le recomendara juegos para adquirir. Su motivación, según dijo, es que él y su esposa se aburren en la casa, solo viendo televisión y accediendo al Internet. Yo inmediatament le sugerí juegos sexuales, antes que juegos de video que, de hecho, van en detrimento de su vida sexual. A él no le causó gracia el comentario y desvió su pregunta a alguien más colaborador que pudiera ofrecerle un verdadero consejo. Su problema ya no es el tedio, es la elección de un pasatiempo que ya ha determinado como la solución a su tedio. El africano, por supuesto, estuvo de acuerdo conmigo. El holandés empezó a hablar de sus robots de LEGO y la conversación se desvió hacia los juguetes de hoy que no está claro si son para adultos o para niños. Como si el problema fuera de los juguetes. De regreso de la Rana Gigante le sugerí al chino mudarse de ese aburrido pueblo en el que vive como una segunda alternativa. Tampoco le causó gracia. Le sugerí entonces jugar gusanitos con su esposa y asignar la lavada de los platos al perdedor. No se si esto le sonó bien o mal, porque por algún motivo había una bandera china colgada al lado de la holandesa y se emocionó, se hizo tomar una foto y creo que hasta se le aguaron los ojos ante la estrella grande del Partido.

21 ene 2007

Thanatos y Osiris


No hay tal cosa como el distante infinito. Cuando se trata del infinito, la distancia no es el asunto. Se puede caer en una grave confusión: la de lo finito y lo infinito. Convencidos de que el fin está llegando, olvidamos algo fundamental: el fin no llega, somos nosotros quienes llegamos al fin. Si el fin llegara, se le vería venir, o se le vería ir hacia otros, pero al fin solo llegamos cuando llegamos y es nuestro fin individual, no "el fin". Le cuestión es que cuando llegamos al fin es demasiado tarde para saberlo o para hacer algo al respecto. A veces creemos haber llegado al fin y le damos vuelta a la situación, o retrocedemos y con ello lo único que hacemos es probar que el fin no había llegado. Ahora, es bien sabido que hay quienes confunden pausas, tropiezos, obstáculos o simples variaciones con el fin; por ello, el fin se convierte en una noción ambigua. El fin, mis queridos finitos, es el límite tras el cual no existe otro algo, el último, el irreversible, el absoluto. Tan es así que nunca nos daremos cuenta de que el fin ha llegado, porque si ha llegado, darse de cuenta de algo ya no será posible. ¿Quien entonces puede ser narrador, o anunciante, de su propio fin? Nadie. Y es allí donde confundimos finito e infinito. Si no somos capaces de notar nuestro fin, entonces el fin nunca existirá para nosotros y de ello se deduce que somos infinitos. Esta noción, atractiva como pueda parecer, es evidentemente tormentosa. Pero, como he dicho, no hay un único fin. Podemos narrar innumerables fines ajenos. Más aún, para no caer en el tormento del infinito, nos obsesionamos con el fin ajeno.

Mucho se ha dicho sobre la dialéctica Eros/Thanatos: el orgasmo como la pequeña muerte; el acto sexual transmutado en violencia asesina; el psicópata asesino como un extremo de confusión amor/muerte. Poco se ha dicho sobre al pánico al infinito (o el infinito pánico) y el asesinato como una aproximación al propio fin para escapar del horror de no poder conocer jamás el nuestro; estos individuos (los asesinos), casi siempre hombres, confunden muerte y fin y le agregan Eros, y por ello continúan asesinando sin curarse. Aquí es donde se confunden Thanatos y Osiris. Thanatos siempre ha estado emparentado con Hipnos, como una versión definitiva del sueño, y con Eros, por oposición complementaria, porque no hay mjuerte sin nacimiento, ni nacimiento sin sexo. Osiris, por su parte, personifica la muerte, pero tambien la resurrección; y dicha resurrección se hace sin falo (Osiris es recompuesto sin su pene) que se vuelve un objeto simbólico de resurrección, no de muerte: Eros ritualístico es el camino al renacer, no al nacer o morir. Pero la distinción fundamental, o la confusión a la que apunto, no es la de muerte y sexo, es la de muerte y fin. El psicópata puede simular su muerte provocándola en otros, pero nunca podra saborear, ni oler, ni tocar, ni ver el fin, como si la muerte.

18 ene 2007

De regreso de los Alpes


Leyendo a Jules Florencio al pie de Alpes, me di cuenta que hoy no sería efectivo escribir una novela donde se mencionen los precios de los museos de Londres o la marca de un licor o de unos cigarrillos (todo el mundo se acuerda de los Gauloises de Rayuela, que ahora se fabrican en España, por cierto). Hoy, por Internet, todo el mundo tiene la capacidad de Ruben Darío de escribir acerca de Europa (o cualquier lado) sin haber estado antes allí. Por ejemplo, quién asegura que yo estuve en los Alpes o que vivo en Amsterdam, quizá solo soy una bailarina retirada de Pitalito.

Pero nos engañamos profundamente si creemos que tenemos acceso a la información. A nivel individual es cierto que nuestro acceso ha aumentado, que la disponibiliad es mas rápida y mediata; sin embargo, en números gordos las cosas se están estabilizando. Es como si todo el mundo de repente entrara en una biblioteca gigante, de varios pisos. Los más entusiastas corren de un pasillo a otro, echando mano encima de cuanto libro ven. La mayoría hacen un tour, eligen algunos con portada atractiva y luego regresan al lobby, a la cafetería, a ojear las revistas con muchas fotos y comerciales de perfumes y refrescos, pero la verdadera mayoría se sale o jamás ha entrado.

Este mes es la segunda vez que Ramonet se queja de la baja en suscrpciones de su periódico y nos implora, a quien estamos interesados en que siga habiendo una prensa independiente, que nos suscribamos; dice que ahora sí en serio van a tener que cerrar Le Monde Diplomatique y lo único que nos quedará será leer Metro, que es un horrendo diario gratuito, pero de mayor circulación y con cada vez más ciudades en su haber.

Ramonet nos garantiza independencia de poderes económicos y mediáticos, quienes se adueñan de los medios para perpetuarse en el poder, influir en la opinión, controlar las masas y distorsionar la verdad; pero si su editorial es, por segunda vez, un clamor patético por vender su periódico, pues no estoy seguro de que pueda llamarse más independiente o desintersado. Supuestamente, los gratuitos y los bloggers son cada vez más las fuentes preferidas de noticias. Yo nunca creería en un blog ni en Metro así de primerazo, ni siquiera cuando son los blogs de los diarios populares (porque ahora todos los periódicos tienen bloggers para ver si ahuyentan el desenlace inminente de alguna forma). Yo no cambiaría un trabajo periodístico serio, por una opinión de un desconocido desocupado (que podría ser una bailarina retirada en Pitalito). Pero la verdad, Ramonet, tampoco pagaría por suscribirme a un diario si lo puedo leer gratis en Internet o en el tren, a menos que la calidad sea muy superior. El Dipló no es gratis y vale la pena suscribirse, pero me pregunto si pedir suscriptores en el editorial tenga el efecto esperado. Es probable que aumenten las suscripciones, pero ¿las de quién? las de quienes leyeron el clamor en la versión resumida de Internet, la de quienes lo tomaron prestado de un amigo, la de quienes lo compraron en un stand, o la de quienes habían decidido cancelar la suscripción y se conmovieron?

Si hay un genio como Cortazar deambulando las calles de Viena o buscando en vano, como yo, la nieve en los Alpes (último reducto del frío en esta zona, donde por estos días solo parece haber un viento huracanado tropical a diario), no le sería posible hoy convertirse en un novelista universal de culto. A lo sumo lograría publicar unos cuentos en una revista de futuro incierto (y poner su firma cuando la revista ruegue a sus suscriptores renovar el año entrante), pero si quisiera vivir de hacer novelas tendría que escribir una policiaca, situada en la era oscura inexistente de leyendas, donde descubriría los secretos del cristianismo y la clave para la autosuperación. Aunque bien pensado, tampoco Cortazar pudo vivir de hacer novelas, fue traductor simultáneo y naufragó en una isla de 2mX2m a cinco metros de la orilla de un pantano, donde, dicen algunos, contrajo SIDA, o le aparecieron sus primeros síntomas de leucemia, según otros, pero lo cierto es que murió años después sin el amor de su vida y sin haber conocido un blog, ni los periódicos gratuitos masivos, ni el debate sobre el fin del Internet libre (save the Internet).