Arte a cucharadas
A los quince le creí a Baudelaire que el arte era belleza anti-spleen, a los diecisiete (muy tarde ya) le creí a Rimbaud a no creer en el arte, solo en la modernidad (que ya no es moderna), a los dieciocho le creí a Wilde que el arte era inútil, pero por ello valioso. Luego dejé mi affair con el romanticismo y el siglo XIX en general. Me volví adepto de Mondriaan quien dijo que el arte es solo un substituto mientras haya deficiencia de belleza en la vida. El arte sería pues fundamental, necesario, belleza (lo cual no contradice a los románticos), pero seríá temporal. El ideal del arte es hacerse superfluo. O mejor, el ideal del hombre es hacer superfluo al arte.
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