Terremoto: recordando a Galileo
He hecho mis compuestos para perfeccionar lo imperfecto.
He visto como la parafernalia de la oscuridad estalla en silencio.
Me niego a hablar por otros; y para otros nada más falta: que digan que no es verdad que las lagunas se secan en el fin de los tiempos.
Mezclar y fecundar y fertilizar la risa con el llanto.
Pero dicen que fue después del desplazamiento a Roma cuando empaqué mi dignidad como lo hicieran tantos otros. Mi muy estimadísimo y exclentísimo señor, empezaría mi deposición, y mi firma clarísima, pero perfectamente mentirosa.
Tiemblo de esto y de aquello como un rastrojo. Viene el terremoto.
Me niego a retractarme, eso sí. El retroceso es un amigo a quien no visito hace años. Con las tecnologías de hoy no hace falta.
Realmente, directamente, aquel desastre haría bien en mostrarse. De lejos, pero a la vista de todos y de todas. Como una plantilla: Nombre, Teléfono, Dirección... todos nuestros datos personales que al unísono, sobreimpuestos, determinarán nuestra identidad colectiva.
Si tus armas no son mortales, dame una llamada en medio de la noche. Me despertaré sudando, con los brazos muertos por falta de sangre, con la boca seca, con los pies desnudos, lentamente, para finalmente respirar profundo, e ignorar el ring-ring-ring-ring-ring.
Te sorprende, cierto, cierto, Eppur si muove, pero dilo en voz alta: pronúnciate, que te oigan. Adelante, vamos allá, hasta la muerte. Todos listos, afinados, en marcha, yo os guío mis pequeños, presto e con tutta la forza.
Io ho deposto come di sopra.
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