7 ago 2007

Au besoing on s'aide du diable


Aunque tenía mala fama, el novio de la franco-holandesa no me dio mala impresión. Mucho menos cuando tardó cinco minutos describiendo como su episodio favorito del Coyote y el Correcaminos era aquel en el que el coyote usa unas gotas para generar un yunque instantáneo. Mientras lo describía entre risas, imitó el goteo sobre su cabeza rapada al menos tres veces. Mi favorito tendría que ser aquel en el que el coyote finalmente atrapa al correcaminos, pero al ser diez veces más pequeño no se lo puede comer. Lógicamente todos estamos con el coyote y queremos que lo atrape, pero cuando lo hace no sabe qué hacer con él. Como cuando un hombrecillo insignificante se enamora de una hermosa mujer. Y este hombrecillo hipotético me recuerda a la doncella de Chauxperalles, cuyo trabajo era sostener la cabeza del rey mientras navegaba para que no se mareara. Una tarea que además heredó de su padre, así que no fue un oficio accidental. Pero se enamoró. No recuerdo bien cómo pero acabó sosteniéndole al rey algo más que la cabeza y se decía que para ello había entrelazado la peineta del rey con la suya mientras le solicitaba a Lilit que intercediera en su propósito. El rey se enamoró de ella y las cosas cambiaron. Ahora su vida corría peligro y tenían que verse a escondidas. No porque el rey no pudiese tener amantes, sino porque la reina tenía la costumbre de mandarlas matar. Finalmente, claro, la encontraron muerta; bajo su falda tenía bordado en hilo dorado el proverbio "Au besoing on s'aide du diable". Lo de las peinetas entrelazadas me recuerda a la colombiana y el alemán que viven en Chile y estuvieron de visita una noche, lo suficiente como para notar que entran juntos al baño y entrelazan sus cepillos de dientes.

No hay comentarios: