10 jul 2007

Transfigurar mitos


En 1962, Arrabal, Jodorowski y Topor se unieron para hacer teatro absurdo con un guiño a Pan. Sus obras generaban en el público una mezcla de horror, risa, asco y epifanía (si es que esta última se puede generar). En 1976, Quarantelli y Dynes derrumbaron un mito: el pánico colectivo no existe. En 1987 (fecha inventanda, pero por ahí anda la cosa), Jodorwski dijo de Arrabal que se había quedado patinando en lo pánico. El Jesús caníbal y homosexual o la vagina divina ya no horrorizaban a nadie. Otros decían que ambos copiaban a Beckett o a Ionesco (amigos también, por cierto), o que Rayuela era una copia de Baal Babilonia (esto no viene a cuento). Otros aún, más patinadores, seguían creyendo que el único relevante are Brecht, y esto al tiempo que Reagan, Thatcher y Pinochet generaban un nuevo intento de pánico colectivo, basado en la teoría del agente egoísta. Pero no hubo pánico colectivo. El horror se cuela entre el sistema nervioso, y se asienta en otros mitos jungianos, pero no pánicos en el sentido de echar a correr. Los mitos que generó esa época y que llevaron a los yuppies a refugiarse en convertibles con un descafeinado oyendo saxofón electrónico tampoco hoy son los mismos. ¿Qué teatro puede hoy representar, conmover o transfigurar nuestros mitos? La Fura dels Baus, acaso? No, siguen en los mitos griegos. ¿El truinfador en el Kontakt polaco? Difícilmente. Yo vi algo, vi algo y mis mitos no son los de antes. Pero no era teatro.

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