19 dic 2006

El escritor anónimo


¿Qué tienen en común Thomas Pynchon y J.D. Sallinger? Ambos son escritores que prefieren evitar los medios hasta el punto de que se desconoce su apariencia actual y no conceden entrevistas. Creo que en algún momento Sánchez Dragó dijo lo mismo de Pérez-Reverte, porque no quería asistir a su programa de Negro sobre Blanco, pero el caso es bien distinto. Pérez-Reverte escribe novelas populares; y no me refiero solo al Capitán Alatriste sino a toda su obra, buena parte de la cual se ha llevado al cine, obligándolo a conceder entrevistas, siempre "muy a pesar suyo". Kundera en algún momento dijo que iba a escribir sus novelas de manera tal que no pudieran ser llevadas al cine, en oposición digamos a un Dan Brown. Pero ni Perez-Reverte ni Kundera llegan a los niveles de aislamiento que lograron Pynchon y Sallinger, especialmente el primero. Esto da lugar a toda serie de conjeturas sobre la existencia, excentricidad o apariencia del personaje. Podría tratarse de un escritor famoso usando un alias, podría tratarse de una escritora haciéndose pasar por hombre, podría tratarse de un simio haciéndose pasar por hombre, podría tratarse de varios escritores escribiendo un mismo libro como ha sucedido varias veces, o podría tratarse de un charlatan haciéndose pasar por lo que no es, quien asegura que sus libros le son dictados por su gato, como Lobsang Rampa. Digamos que lo del gato es posible en el mundo de Bulgakov, pero esa opción es menos probable que la de suponer que está terriblemente deformado y le apena salir en público. En todo caso, lo interesante no es la decisión del escritor, pues muchos escritores han sido retraídos, de lo contrario no podrían recrear mundos artificiales. También es normal que sean tímidos, de lo contrario no sentirían la necesidad de vivir sus fantasías a través de sus personajes. Puede ser que sean inseguros respecto de su calidad (aunque vista la calidad de muchos, esto no es razón suficiente). Las razones para manetenrse anónimo o escondido son clarísimas y múltiples. Lo extraño, lo verdaderamente interesante, es pensar en por qué los lectores se interesan tanto en saber qué apariencia tiene el escritor, dónde nació, dónde estudió, si está casado, si tiene historia de alcoholismo o drogadicción, si se le conocen pecadillos o si usa corbata. Queremos creernos sus ficciones o teorías, pero al final queremos que sean artificiales, queremos que sean escritas por un personaje frágil y finito para no volvernos locos. O tenemos tanto miedo de ser anónimos e irrelevantes, que no podemos conebir cómo alguien puede decidir voluntariamente no pasar a la historia, no aparecer en los diarios, no ser reconocido con admiración en la calle, no ser invitado a las ferias de libros o a los programas "culturales" de televisión, o a los cocteles de mecenas decadentes o políticos interesados. El escritor anónimo sabe muy bien que tras la fama se oculta la ignominia y la pérdida de privacidad en cantidades iguales, pero el escritor anónimo es la excepción. Si resiste la tentación hasta el final de sus días, nunca conoceremos sus motivos, pero podemos adivinar que anunciar públicamente la obtención del paranirvana (aun cuando no den entrevistas o se dejen fotografiar) es una razón bien distinta a la de disolverse y donar las regalías sin una palabra. En la anonimidad hay pues mayor individualidad que en la personalidad pública, donde por más excéntrico que sea el escritor, siempre será un escritor. Y el buen escritor rara vez es solo eso.

16 dic 2006

¿R.H.?


A los colombianos nos molesta cuando alguien no sabe dónde queda nuestra país, qué idioma hablamos o qué tenemos aparte de narcotráfico y guerrilla. Me he dado cuenta, cuando hablo de Colombia, que este desconocimiento no es estupidez o ignorancia en contra nuestra (aunque a veces lo es) y que es una mina de oro para armar conversaciones con extranjeros.

Por un lado, cuando un colombiano sale conque está indignado de la nota que acaba de salir en tal o cual periódico o de que tal personaje se ha referido a nosotros como Columbia o de que siempre le piden droga en las fiestas, le pregunto por Botswana o por Sri Lanka. Si sabe algo, lo cual típicamentge no será el caso, serán generalidades negativas sobre los países africanos o una equiparación con la India en el segundo caso. Fácilmente se derrumba el argumento de que los gringos (que en muchos casos designa a cualquier extranjero) son unos ignorantes porque nada saben de Colombia, como si saber algo de Colombia fuese conocimiento obligado. En Colombia todavía creemos que la comida Thai es cualquier cosa con ají, curri y leche de coco; que en Botswana la gente anda desnuda con moscas en la cara o que todos los chinos (incluyendo a japoneses y coreanos, por ejemplo) son igualitos. Y si se les pregunta sobre, por ejemplo, la capital de Kansas o por John Dos Passos no podrán responder. Creen que por ver su cine y su música tienen a los Estados Unidos decifrados y se molestan de que la cosa no sea recíproca. Incluso más hipócritamente se indignan de que lo que se sabe de Colombia se aprenda en televisión o cine, como si ellos hubieran aprendido de EE.UU. escuchando a Coltrane y leyendo a Schlesinger (padre e hijo). Si lo anterior no funciona, entonces me vuelvo aun más odioso y les pregunto en qué Departamento de Colombia queda Dibuya o qué quiere decir el R.H. en R.H. Moreno Durán; si uno no conoce su país no tiene derecho a criticar el que los demás no lo conozcan.

Por otro lado, me gusta jugar un poco con los extranjeros, porque cuando les hablo de Colombia, me doy cuenta de que hasta las cosas más simples y ciertas los impresionan. Si les digo que en Colombia uno saca la mano y un bus le para al frente, o que hay un reinado del burro, no se lo pueden creer. Es en serio, repito, no solo paran en cualquier parte a recogerte, sino que si te ven joven reducen mucho la velocidad cuando te quieres bajar, pero no se detienen del todo. Les cuesta trabajo creer que esto es verdad, pero como lo es, pueden verlo en mis ojos, terminan creyendo entre risa y sorpresa y ya en adelante puedo mentir. Me doy cuenta que si la verdad los impresiona, más vale adornarla. Como no tienen ningún interés real y el turismo hacia Colombia es mínimo, jamás corroborarán lo que les digo. Si por ejemplo combino lo del transporte y los burros, puedo decir que en Colombia las familias ricas tienen varios carros, pero tambien varios burros, porque hay lugares en Bogotá a donde solo se puede llegar en burro. Que son burros bonitos, ganadores de reinados, pero que se imaginen a un presidente de multinacional montado en su borrico para llegar a una reunión en un lugar inaccesible de los cerros. Cuando les digo que los tomates tienen más sabor allá, suenan interesados (o indignados en el peor de los casos), entonces también les digo que el café que exportamos es lo peor, que es bueno, pero es el peor, que es con lo que los ricos alimentan sus burros. Cuando me preguntan por la raza o el idioma de los colombianos, les digo que casi todos hablamos dos o tres idiomas, además de la lengua indígena propia de cada región. Les digo que somos una sociedad multiétnica equitativa, pero que las ciudades más prósperas son las del pacífico, dominadas por negritudes, que Bogotá solo es la capital por razones históricas. Cuando me piden cocaína, les digo que ya hace rato, desde que mataron a Escobar, en Colombia no se produce cocaína, que ahora estamos en el éxtasis (XTC) para sacar del negocio a los holandeses. Esto le arde un poco, no porque les quitemos el negocio, sino porque les quita el gusto de asociarnos solo con la droga, como si eso no fuera exactamente lo que le pasa a Holanda, donde todos los turistas vienen a encerrarse horas a fumar marihuana en los coffeeshops. Incluso les digo como en Colombia los sepulcros blanqueados tienden a decirte "mucho cuidado con la droga" cuando dices que te vas a vivir a Amsterdam. No pueden creer que le digan eso a un colombiano (y de nuevo, mis ojos aquí dicen la verdad). Cuando me preguntan por la guerrilla, les digo que ya no hay, que quedan algunos vestigios, pero que hace años elegimos a un presidente que es jefe de los paramilitares y que ahora hay una calma tensa pero segura gracias a sus ejércitos ilegales. Cuando me preguntan si hay mucha pobreza, les digo que no, que en cifras oficiales más de la mitad de la población está bajo la línea de pobreza, pero que todos sabemos que es una cuestión de vocación, que esos colombianos con una hamaca y un vallenato son felices, entonces no necesitan más. Cuando me preguntan por nuestras riquezas naturales les digo que tenemos las mejores esmeraldas del mundo, pero que las damos bien baratas para que se enriquezcan en Amberes puliéndolas y vendiéndolas a la realeza. Cuando un holandés me dice, ayer conocí a X, él es brasilero, lo conoces, me imagino que sí, ustedes tambien hablan portugés, cierto, le digo que claro, que lo conozco y hablo portugués, entre otros. También le digo que yo conocí a un belga, que deben ser íntimos, porque practicamente son el mismo país y él también habla holandés me imagino, como en toda Bélgica, cierto? Nuevo ardor: detestan a los belgas.

13 dic 2006

Caen todos los árboles, Anne


Esta es mi tronera, piensan algunos; todos los días me asomo, pero no veo pasar a nadie. Quisiera tener un árbol como el de Anne Frank, pero esta ventana es muy amplia. Tanto así que hasta puedo ver en tiempo real un webcam del árbol de Anne, al menos durante las semanas que le quedan antes de ser tumbado (el árbol ya murió).

Kundera dijo que la vagina no tenía nada de misteriosa ni secreta, toda la humanidad ha pasado por ahí. Ese creo que es el punto: nuestro lugar más secreto solo es efectivo si está expuesto a todos. Dios lo sabe, por eso se dice de él que está en todas partes; no hay mejor escondite que estar en todas partes, no se puede buscar ese sitio, no existe, está en todas partes.

Hay gente a la que le irrita que cualquier idiota tenga blog (ellos de alguna manera no son idiotas); se indignan de encontrar que su tía tiene pagina Web, porque el privilegio del secreto queda en entredicho. En 1995, cuando uno tenía página Web, le mandaban correos electrónicos queriéndolo conocer. Típicamente eran fáciles de encontrar las páginas, porque si eran gratuitas estaban en un índice, o porque estaban asociadas a un dominio universitario, y entonces con un simple comando "ls" en el servidor Unix ya conocía uno las páginas listadas. Como se trataba de cientos, todas eran interesantes. Se compartía el secreto de pertenecer a una comunidad pequeña. No había niños ni ancianos con página Web, ni había muchas corporaciones inundando de contenido comercial la red. Hoy está lleno de niños, ancianos y depredadores sexuales.

Dicen que gracas a Internet la gente (joven) esta escribiendo y leyendo más, pero como es obvio leen textos cortos en los blogs de sus "amigos", las noticias de MTV o los Wikis de donde pueden copiar la tarea; y de la mala calidad de la escritura en línea este blog es una prueba. Por eso muchos escritores jóvenes escriben sus "novelas" a lo blog. Con capítulos sin continuidad, sin extensión, sin necesidad de armar personajes complejos o recordar lo que pasó en la página 3. Pero esa es la realidad, no es triste, no es desesperanzada, es solo la que hay. Si te gustan los libros, puedes gastarte la vida leyendo grandes libros publicados antes de que existiera Internet y no terminaras de leerlos todos. Es mucho más secreto hoy encontrar y leer una copia raída de un libro desconocido que popularizar una novedad de boca en boca en un blog.

Nuestro espacio en Internet es nuestra vagina por donde pasa todo el mundo, pero nuestro secreto es lo que pasa tras el teclado, al apagar la máquina. Si compartimos un secreto, no compartimos nuestro blog.

10 dic 2006

Arte a cucharadas


A los quince le creí a Baudelaire que el arte era belleza anti-spleen, a los diecisiete (muy tarde ya) le creí a Rimbaud a no creer en el arte, solo en la modernidad (que ya no es moderna), a los dieciocho le creí a Wilde que el arte era inútil, pero por ello valioso. Luego dejé mi affair con el romanticismo y el siglo XIX en general. Me volví adepto de Mondriaan quien dijo que el arte es solo un substituto mientras haya deficiencia de belleza en la vida. El arte sería pues fundamental, necesario, belleza (lo cual no contradice a los románticos), pero seríá temporal. El ideal del arte es hacerse superfluo. O mejor, el ideal del hombre es hacer superfluo al arte.