Corazón de vidrio
Mañana se reúnen en Londres los ancianos del pueblo a tratar de descubrir la fórmula para fabricar vidrio rojo, que al parecer se ha ido a la tumba con la muerte de los bancos. Como en la película de Herzog, tenemos nuestras versiones de profetas empeñados en tener visiones del fin del mundo. Dicen que se es el fin de todo lo siguiente: el petróleo, los peces, las abejas, los osos polares, las ballenas, el laissez faire, los paraísos fiscales, la hegemonía unilateral, los salarios y bonos gigantescos, la comida, las ideologías, etc. Y las soluciones son; límites a la generación de dióxido de carbono (yo estoy exhalando 30% menos para contribuir), nuevas regulaciones financieras, reestructuración del FMI, ampliación del número de países con punto G, inversión en infraestructura amigable con el medio y generadora de empleo (vidrios dobles, ferrocarriles y energía nuclear... muy futurista) y ayuda a compañías automotrices para que hagan carros más eficientes, todo empacado en un discurso racionalista sacado de manuales de Realpolitik (también muy creativo).
Ni los finales anunciados ni las soluciones propuestas son nuevas. Se han sabido desde hace mucho tiempo (¿o seré yo como Escatólogo y Fin-anciero quien no se sorprende?). Está claro, por ejemplo, que aun implementando las medidas más generalmente aceptadas, el daño climático ya está hecho y es irreversible. Por supuesto, hay que hacerlo, pero tal como está planteado lo único que logrará es prolongar la caída o hacerla más rotunda. En definitiva, se trata de poner a la gente de vuelta en las fábricas a soplar vidrio, a fingir que trabajan, a estar ocupados fabricando un vidrio rojo que siempre fue una ilusión y cuya belleza es ahora irrelevante, pues los chinos y los indios se dedicaron a fabricarlo y ya no es símbolo de estatus ni índice de desarrollo. Y a que se reproduzcan porque estamos viejos, pero no mucho porque estamos sobrepoblados.
Se plantarán afuera de la cumbre miles de personas, dispuestas a linchar al profeta, ahora que la fábrica está en llamas. Los profetas más sagaces (y más inocuos) estarán también fuera con pancartas, obviamente. Otros estarán bailando desnudos o descalabrándose mutuamente porque la profecía así lo quiere y no hay amistad que valga. Dentro, ignorando los alaridos, todos dirán básicamente lo mismo: cooperación y libre mercado, pero en sus países protegerán sus votos con proteccionismo, como siempre lo han hecho. Porque en realidad, lo que están tratando de decir es libre mercado para los demás ("China, I’m talking to you") y proteccionismo para nosotros. Pero no debemos olvidar la moraleja Herzogiana: alguien, en el futuro, verá un nuevo horizonte y se aventurará a navegar hacia él. Y aunque, para entonces, la barca de remos no soporte el viaje, los que se queden en la orilla viéndolos partir tendrán algo que esperar.
Las nubes vienen de cuando en cuando
y ofrecen a los hombres descanso
de tanto mirar a la luna.
(o algo así, Bashō, 1685)