29 may 2008

Stairway to Hell

Dice Norris que la lógica de Derrida es devastadora. El lenguaje puede cumplir con la condición de tener significado presente únicamente si ofrece acceso total e inmediato a los pensamientos que ocasionaron su elocución. Pero, como se sabe, este requisito es imposible. Devastador.

El gringo insiste: yo sí te estaba poniendo atención; es más, siempre te pongo atención, especialmente ahora que escucho BBC Radio por haber vendido mi televisión... me acuerdo mucho de lo que me dijiste de la Sierra Nevada.
Le digo que no importa, que no soy tan sensible, que no se preocupe.
Pero entonces, ¿por qué ella me reclama?
Pues me imagino que está proyectando; es una forma de decirte que no le pones atención a ella.
Eso no es verdad, sí le pongo atención.
¿Entonces por qué estás hablando conmigo?
Pues porque no se qué hacer.
Sí sabes, pero no quieres. Háblale de cualquier cosa, menos de si me estabas poniendo atención o no. No veo por qué tienes que ganar el argumento; pierdes igual.
Bueno, ya voy.

El alemán me mira desde detrás de su novia con el pulgar levantado: No se qué le dijiste, pero gracias.

Yo solo quería ir a verla gritar "Stairway to hell" o "Highway to Heaven" frente a los provincianos triunfando en Leidseplein.

20 may 2008

Teoaspirina

Los neuroteólogos de Oxford acaban de recibir un montón de billetes para investigar en esta disciplina relativamente nueva que busca descubrir los mecanismos neuronales de la espiritualidad. Para algunos se trata de encontrar los patrones biológicos con los que Dios nos diseñó para poder entablar experiencias religiosas. Para otros, el asunto es encontrar en esos patrones el origen mismo de la religión (como antes han estudiado el origen del lenguaje los neurolingüistas). Y en últimas, como esperan muchos, lo que pretenden es encontrar aquellos neurotransmisores que puedan ser estimulados con drogas psicoactivas para reproducir la experiencia religiosa sintéticamente. No por nada, fue Huxley quien primero usó el término neuroteología, solo que ahora lo toman con casi dos millones de libras esterlinas de seriedad, como lo reportó hace tres meses Ruth Gledhill en The Times. Ya no haría falta una dosis de peyote o LSD en medio de un ritual guiado por un shaman espiritualmente inclinado. Bastaría con comprar el God Pill que ya no sería un eufemismo para el LSD, sino una patente de GSK, por ejemplo. No sería del todo nuevo, por supuesto, ya hace décadas están sintetizando la psilocibina; y el LSD, aunque haya sido descubierto accidentalmente, ya surte ese efecto. La diferencia es que ahora se concentraría el diseño en lo religioso y no en lo psicodélico y que podría recetarse, porque ya no sería el resultado de experimentos subjetivos con humanos (se ha hecho con monjes tomando ácido, por ejemplo), sino el resultado de análisis de patrones eléctricos del cerebro y de actividad neuronal visualizada en imagenes tomográficas. Finalmente tendrían los agnósticos (de la variante seria, la del otro Huxley) acceso al conocimiento metafísico-místico y nadie se quedaría sin su dios. Luego ya podrían pensar en sacar la pastilla con sabores: Teoaspirina Sabor Poseidón, o Sabor Horus. Las guerras religiosas terminarían de una vez por todas gracias a la posibilidad de la empatía religiosa forzada, porque bastaría con moler una pastillita del sabor cristiano en el té de al-Zawahiri o del sabor islámico en la Coca-Cola de Rumsfeld.